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La ciudad desvanecida de los años diez

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A lo largo de estos meses en que voy recogiendo textos y libros de Alcover, Costa, Oliver y otros que vivieron en Palma en la primera década del siglo XX, debo citar un libro importante para conocer esta época. Este libro fue publicado en 1953 y su autor murió en 1963, así por tanto, no es de Dominio Público.

Este libro creo que está descatalogado, no se encuentra en las librerías. El Presidente de rancia, Sarkozy, pidió que todas estas obras descatalogadas fueran digitalizadas y puestas al alcance de los ciudadanos. Si en Mallorca hubiera alguna política cultural en este sentido, ésta sería una de las obras básicas sobre Palma y bueno hubiera sido o sería que el Ayuntamiento llegara a un acuerdo con los sucesores y la obra quedara libre de derechos y al alcance de los ciudadanos. No hace mucho tiempo, en mayo del año pasado (2012), Lourdes Duran entrevistó a la nieta del autor, "Mi abuelo Mario Verdaguer vería la Palma de hoy de manera refinada", dice el titular de la entrevista, en la cual hablan de ese libro "La ciudad desvanecida" que fue Palma en los años diez. Me extrañó que no trataran de otros libros también importantes de Mario Verdaguer como el que dedicó a su tierra natal, Menorca, "Piedras y viento", o las de Mallorca "La isla de oro" y "Un verano en Mallorca" (muy difícil de encontrar).

Mario Verdaguer Travesi (1885 - 1963) nació en Mahón, hijo de un catedrático de instituto. Parte de su infancia la pasó en Segovia y su adolescencia y primera juventud en Palma siguiendo los destinos del padre. Estudia Derecho en Barcelona y, al acabar los estudios, se dedica al periodismo. Entra a trabajar en La Vanguardia en política internacional, por lo que mantiene relaciones con Miguel de los Santos Oliver, posiblemente al final de la vida de éste. Con el nuevo director, Gaziel, se encarga de la crítica literaria del periódico y publica artículos sobre temas diversos. Allí está hasta acabar la Guerra Española y, en 1940, regresa a Palma donde trabaja en el Diario de Mallorca hasta 1958, cuando vuelve a Barcelona donde muere cinco años después.

Si fue en su juventud cuando publica "La isla de oro" y "Un verano en Mallorca", es en la posguerra cuando rememora la ciudad de su adolescencia, de la primera década del siglo, y publica en 1953 "La ciudad desvanecida", agrupación de textos cortos en que recuerda la ciudad y sus gentes, el primer fonógrafo, el primer cine, las sillas del Borne ... Al acabar el libro hay dos índices, uno sobre los textos y otro sobre los nombres de personas que aparecen en el libro, y es un índice largo y plagado de nombres conocidos de la época.

Sorprende que una ciudad pueda cambiar de un modo tan completo.

Y es que hay una ciudad para cada individuo y para cada tiempo.

Así, en esta ciudad de Palma, que tiene cien mil habitantes, hay una ciudad distinta para cada alma que en ella habita. Hay cien mil ciudades.

De esta manera, por cada individuo que desaparece, desaparece también una ciudad. Los edificios quedan en pie, la gente y los automóviles siguen circulando por las calles; pero, todo ello, es sencillamente una fantasmagoría.

La ciudad del que desapareció, ha desaparecido también para siempre. Todo un panorama y todo un pasado se han esfumado, lo mismo que las imágenes movientes en la pantalla del cinematógrafo.

Y es que la ciudad y la vida del hombre no son más que eso, luz y sombra.

Y así hay una ciudad alegre, una ciudad trágica, una ciudad laboriosa, una ciudad filosófica, una ciudad banal...

Y hay también la ciudad futura, noble aspiración de mejores días. A ella van los aviones, los trenes, los grandes barcos del porvenir y va nuestra imaginación que se embriaga con los bellos sueños.

Luego queda la ciudad perdida en el tiempo, a la que hemos sobrevivido, desvanecida en la lejanía, envuelta en la bruma poética de los recuerdos, abrillantada con la lágrima de la añoranza, transfigurada en el encantamiento de las cosas que hemos amado; la ciudad de nuestra infancia, la ciudad de nuestra juventud.

Algunos de los recuerdos de la ciudad de mi infancia y de mi juventud van reunidos en este libro.

Acoplados sin método, sin cronología, sin la precisión matemática de la fría Historia, estos recuerdos van envueltos tan sólo en la imprecisa bruma de la lejanía, idealizados por el tiempo y evocados con la palpitación efusiva de un corazón.

Importante libro sobre Palma que recoge una época interesantísima de la ciudad. El libro tiene un subtítulo: "Recuerdos de un socio del Círculo Mallorquín", a cuya biblioteca acude asiduamente. El primer texto está dedicado a las sillas del Borne, entonces centro social ciudadano, con su cine, su casino "La Veda"; acude a las tertulias en las farmacias, a la "casa y jardín de los poetas", "Can Alcover", pero también al velódromo y al derrocamiento de las murallas; habla de los palomares y del Terreno ...

Años después, este libro fue traducido por Nina Moll, a la muerte de ésta, nos lo cuenta José Carlos Llop:

Si hay un libro que hable del eterno femenino de Palma, ese libro es La ciudad desvanecida, de Mario Verdaguer, una de las sensibilidades más finas y sutiles que haya vivido nunca en la ciudad. Cuando este libro cayó en manos de Nina Moll surgió de ellas aún mejor de lo que era y es. La ciudad desvanecida se convirtió en La ciutat esvaïda y fuimos muchos los que lo leímos antes en el catalán de Nina que en el castellano de Verdaguer. El hecho de que el libro lo regalara una caja de ahorros –mientras que la obra original tuvo una corta edición del Círculo Mallorquín– contribuyó a su divulgación hasta el punto de que hubo bastantes que creyeron que Mario Verdaguer era Màrius Verdaguer y La ciudad..., La ciutat... El traductor, cuando es bueno, también crea: es, en cierto modo, escritor. Y Nina Moll convirtió la lengua del original verdagueriano, algo acartonada por el tiempo, en una lengua ágil, flexible y llena de color. En una lengua moderna y clásica. Lo hizo con un material de primera, de acuerdo, pero lo dotó de su verdadero espíritu –y eso estaba en ella–. Antes he citado el eterno femenino de la ciudad y he recordado que Mario Verdaguer fue una de las sensibilidades más finas y sutiles que haya habido en Palma. Algo parecido ocurría con Nina Moll y por eso La ciutat esvaïda deslumbra como lo hace, convirtiéndose en una metáfora de la mujer que lo tradujo al mallorquín o catalán de Mallorca. [...]

José Carlos Llop: Derrotas de Palma (DM, 26/07/2009)

Así como el libro original de Verdaguer es muy difícil de encontrar, el de Nina Moll sí se presta en las bibliotecas; por esto, la versión original debiera digitalizarse y ser prestable.

Bien, esta entrada en esta bitácora viene a cuento porque los autores que voy tratando, Alcover, Costa, Oliver, Rubén Darío y otros son los personajes de este libro de Mario Verdaguer, quien nos ofrece un panorama general de la ciudad por donde ellos se mueven, una ciudad ya desvanecida.


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