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La revuelta educativa pierde fuelle

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Sin pena ni gloria ha transcurrido la jornada de huelga que la Assemblea de Docents había convocado para el pasado día 7 de enero. Según los datos que los secretarios y directores de los centros educativos han remitido a la Conselleria, habrían secundado la huelga un total de 1707 docentes de los 15.452 que hay en activo. Ello supone un 14,3% de los docentes de la enseñanza pública y un 2% de los docentes de la concertada.

Ha quedado muy claro que la inicial intención de los promotores de la revuelta educativa, de mantener la tensión hasta el final de la legislatura como medida de desgaste al Govern, es a día de hoy tarea imposible. Se está visualizando una progresiva deserción de muchos docentes que inicialmente secundaron con entusiasmo el motín. Son muchos los que se han sentido manipulados y engañados, y ya han descubierto las auténticas motivaciones, claramente políticas, de los promotores de este conflicto, todos ellos alineados en la izquierda más radical y en el nacionalismo más beligerante.

Muchos padres, por su lado, han dado la espalda a la FAMPA por entender que ya no les representa, dado su seguidismo a los postulados catalanistas y su genuflexión ante el STEI y demás colectivos nacionalistas, y se han ido organizando en otras entidades y colectivos; incluso en algunos centros se están creando asociaciones de padres alternativas a las ya existentes.

Lo cierto es que una gran mayoría de padres ya no está dispuesta a que sus hijos pierdan más días de clase y no entienden la postura de fuerza que unos pocos docentes están imponiendo. Tienen muy claro que estas formas de presión no suponen ningún paso positivo para resolver el conflicto y sólo hacen que perjudicar el futuro de sus hijos. Además, algunos padres han perdido el miedo a denunciar los abusos e ilegalidades que se han venido cometiendo en determinados centros educativos, especialmente durante las primeras semanas de inicio de curso, y están dispuestos a acabar con la impunidad y el todo vale en la que se ha venido amparando una minoría de docentes.

También es verdad, y es justo reconocerlo, que un porcentaje muy elevado de profesores, aquellos que tienen como primera y única preocupación los alumnos, están haciendo todo lo posible por restablecer la normalidad en las aulas, están dando sus clases con entusiasmo e interés, y están dando una lección de profesionalidad. Todo lo contrario de lo que, por desgracia, hacen algunos pocos que sólo buscan que los colegios sean un campo de batalla político con el único interés de dañar al Govern del Partido Popular, sin importarles si con ello también se perjudica a los alumnos. Les da lo mismo si los alumnos de Baleares ocupan los últimos puestos del informe PISA, o si este año pueden perder el curso, ante las reiteradas huelgas, manifestaciones y mítines en los colegios. Los alumnos son su última preocupación, a ellos sólo les importa el sarao y reivindicar sus planteamientos políticos ultras.

Ciertamente, el peor problema que padece el sector educativo, en estos momentos, es un pequeño reducto de profesores y maestros fanatizados que lo único que pretenden, con su actitud beligerante, es alimentar objetivos políticos, y defender sus prebendas y statu quo. Unos profesores al servicio de la izquierda más radical a los que no les importan nada los alumnos y cuyo único objetivo es el caos y la desestabilización. En estas condiciones, es de agradecer la actitud de la inmensa mayoría de docentes que han sabido desmarcarse de este grupo de exaltados y están haciendo su trabajo con gran dedicación y esmero. Un diez para estos profesores y un cero para esos pocos que sólo buscan la confrontación y la soflama política.


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