Ese enemigo que es el fuego

Estos días vividos, sufriendo por la Serra de Tramuntana hecha una hoguera, volvía a recordar aquellos momentos de total comunión de esfuerzos cuando una chispa ponía en jaque uno de los bienes más preciados de la Serranía de Cuenca: sus espléndidos bosques.

Son esas imágenes que te quedan gravadas para siempre y que vuelven cada vez que el bosque se quema. Es la campana de la iglesia repicando en pleno mes de agosto, dando noticia de que algo grave pasa; es ver a la gente dejando lo que está haciendo para acudir a la llamada; es ver el humo que se levanta en El Llano o en la Dehesa; es ver a los hombres y jóvenes montarse en los remolques de los tractores, con palas, azadas y hachas para echar una mano contra el monstruo que amenaza su mayor riqueza; es ver todo el pueblo unido, con el pueblo de al lado, con el pueblo de más allá, con los pueblos de la sierra, todos. No había UME ni apenas medios aéreos, pero había una conciencia generalizada de quién era el enemigo y lo que se jugaban todos. Y la gente respondía. Todos sin excepción.

De esas cosas me acuerdo cada vez que veo arder los bosques de esta pequeña, frágil y delicada isla que es Mallorca.