Hoy dia estamos habituados a la presencia de los Reyes de España en Mallorca, pero las visitas de anteriores reyes a estas islas han sido escasas y rememorables. En 1541, Carlos V estuvo en Mallorca reuniendo una escuadra para combatir en Argel. La siguiente visita real ya fue la de Isabel II el 12 de Setiembre de 1860.
Frente a la Lonja de Palma se halla el desembarcadero real, lugar donde la falúa de la Reina pisó Palma.
Entrada en Palma
La falúa Real atravesó rápidamente la pequeña distancia que la separaba del muelle, seguida por una multitud de grupos de gentes tan numerosos y tan compactos, que apenas dejaban ver el bote que los mantenía sobre el agua.
Así, describiendo una elegante curva, atracó la falúa á la casilla de la consigna, en cuyo punto la Comandancia de Marina liabia improvisado un desembarcadero espacioso, cómodo y del mejor gusto. A este tiempo el baluarte de San Pablo disparó de nuevo sus cañones para anunciar que la Reina de España había tomado tierra en la Isla. Y entre el frenético victorear de las gentes, el alegre repicar de las campanas y el estampido de los bronces de guerra, los Reyes, profundamente conmovidos, subieron la alfombrada escalera del embarcadero, entrando en el salón de descanso que habia preparado la Diputación Provincial.
Era esta sala de grandes dimensiones, y estaba elegante y ricamente decorada. Damasco carmesí vestía sus paredes, sujeto á ellas por rico junquillo de oro; raso blanco cubría el techo, del que pendían magníficas arañas de cristal y bronce, y las seis puertas de entrada y salida. como las que guiaban á un precioso gabinete de tocador y a un espléndido buffet, todas ostentaban lujosas cortinas de terciopelo carmesí y brocado de oro.
A la entrada de este salón recibieron á SS. MM. las Autoridades y personas notables de la ciudad, y el Gobernador civil de la provincia dirigió la palabra á la Reina [sigue el discurso del Gobernador Civil]
Las frases llenas de bondadosa ternura con que S. M. la Reina visiblemente afectada contestó al discurso del Gobernador, fueron acogidas con gritos del más puro entusiasmo, que se repetían fuera de aquella estancia hasta perderse en las últimas embarcaciones del puerto.
No querían los Reyes prolongar por más tiempo la impaciencia con que las gentes de la ciudad y las de una gran parte de la Isla aguardaban el momento de saludarlos, y así lo manifestaron á las Autoridades; pero éstas les rogaron que se dignasen entrar en el buffet y probar las célebres pastas de Mallorca, que, dicho sea de paso, tienen una fama justísima.
Hiciéronlo así los Monarcas, y subiendo después al carruaje que les estaba preparado , se puso en marcha la regia comitiva.
Abríanle paso por entre la apiñada muchedumbre, que apenas podían contener las tropas de línea tendidas en la carrera, cuatro batidores á caballo. Iban detrás de estos numerosos grupos de lindas zagalas, ricamente vestidas al uso del país, cubriendo el suelo y embalsamando el aire con las flores que llevaban en graciosos canastillos de mimbres.
Seguía inmediatamente una elegante carretela abierta, tirada por seis hermosos caballos castaños con penachos blancos y azules, y la ocupaban SS. MM. la Reina y el Rey, con el Príncipe de Asturias y la Infanta Doña Isabel y Doña Concepción.
El Duque de Tetuán, el Capitán general de las Islas Sr. Mendinueta, y los señores Hediger, Cotoner y otros varios Oficiales generales marchaban á los estribos del coche Real, precedidos de una escolta de caballería.
Detrás de la carretela seguían hasta cuarenta coches, ocupados los primeros por los Jefes de Palacio y las Comisiones de la ciudad, y los restantes por personas de la Real servidumbre y convidados.
[...]
Desde el desembarcadero hasta la puerta del Mar lucia doblemente la regia comitiva, porque los rayos del sol, atravesando un ancho lienzo que con los colores nacionales habían tendido en forma de toldo, daban un tinte dulcísimo al cuadro.
Al llegar á la puerta del Mar salió al encuentro de SS. MM. el Ayuntamiento, y el Gobernador segundo Cabo les presentó las llaves de la ciudad sobre un rico azafate de plata. [...]
Siguió la comitiva por delante del jardín del Rey á la plaza de las Misiones, pasando allí por debajo de un arco de triunfo de bellísima arquitectura, del cual nos ocuparemos más adelante.
La espaciosa plaza del Borne, donde un tiempo se celebraron vistosos torneos, y más tarde tuvieron lugar los autos de fe, y aun las ejecuciones civiles, se ofreció a la vista de los Reyes limpia de aquellos plácidos recuerdos, y de estas tristísimas memorias, cubierta de árboles y fuentes y obeliscos como un verdadero campo de gloria y un rico museo de la historia del arte.
Bellos ajimeces moriscos, graciosas ventanas arábigo-bizantinas, galerías góticas de la más rica filigrana, rosetones bellísimos, puertas morunas, torreones feudales; todos esos vestigios de las épocas pasadas, se ofrecieron desde luego á nuestra vista, mezclados con las elegantes construcciones modernas.
Y así encantado el ánimo con aquellas bellezas artísticas, que aparecían á nuestros ojos vestidas de gala, con paños de terciopelo y seda, sobre los que reclinaban su cuerpo centenares de mujeres hermosas, cruzó la regia comitiva aquella plaza y la del Mercado y la Rambla; entrando por la calle de los Olmos, la de San Miguel y la Pescadería, en la Platería. [...]
Antonio Flores (1818 - 1865): Crónica del viaje de sus Majestades y Altezas Reales a las Islas Baleares, Cataluña y Aragon, en 1860 (1861)
El paseo del Borne recibía el nombre de "El Salón de la Princesa" y, en su extremo más cercano al mar, se creó el Jardín de la Reina, en honor de Isabel II, con una estatua que, posteriormente, sería derribada.
Este libro recoge en unos capítulos la visita de Isabel II y se encuentra digitalizado en la Biblioteca Digital Hispánica. La Reina, con su cortejo, tras la calle Platería, llegaría, por Santa Eulalia, Cort y Santo Domingo, a la Catedral, parando unos momentos frente a la ventana donde un día reposó Carlos V.
Los capítulos referidos a esta visita son:
- Capítulo III: De Alicante a Palma
- Capítulo IV: Continuación del anterior
- Capítulo V: Una noche en la bahía de Palma
- Capítulo VI: Entrada en Palma
- Capítulo VII: Visita de los Reyes a las casas de caridad
- Capítulo VIII: Besamanos en el Palacio de Palma
- Capítulo IX: La ofrenda de los payeses
- Capítulo X: La Lonja, el Monumento y la cantata
- Capítulo XI: La Catedral, Monte Sion, Bellver y el teatro
- Capítulo XII: Sóller y Raxa
- Capítulo XIII: Poesías
- Capítulo XIV: De Mallorca a Menorca
- Capítulo XV: Ciudadela, Mercadal y Alayor
- Capítulo XVI: Mahón
- Capítulo XVII: Napoleón III en Menorca
- Capítulo XVIII: Visita a la fortaleza de la Mola
- Capítulo XIX: De Menorca a Cataluña
En estos capítulos hay cuatro ilustraciones: el arco de entrada, el boceto de escultura, fachada del teatro y visita a Ciudadela.