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Regnare Christum volumus!

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El papa Francisco ha aprobado hoy, 5 de julio de 2013, un milagro atribuido a la intercesión de D. Álvaro del Portillo (1914-1994), obispo y primer sucesor de San Josemaría Escrivá al frente del Opus Dei. Es el último paso para su beatificación después de que el 28 de junio de 2012, Benedicto XVI reconociera que vivió las virtudes en grado heroico y lo declarara venerable.

El milagro aprobado por la Santa Sede se refiere a la curación instantánea del niño chileno José Ignacio Ureta Wilson ocurrida en agosto de 2003. A los pocos días de nacer, sufrió un paro cardiaco de más de media hora y una hemorragia masiva. Sus padres rezaron con gran fe a través de la intercesión de Mons. Álvaro del Portillo y, cuando los médicos pensaban que el bebé estaba muerto, sin ningún tratamiento adicional y de modo totalmente inesperado, el corazón del recién nacido comenzó a latir de nuevo, hasta alcanzar el ritmo de 130 pulsaciones por minuto. A pesar de la gravedad del cuadro clínico, diez años después, José Ignacio desarrolla su vida con normalidad.

D. Álvaro del Portillo y Diez de Sollano fue ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, y de Obras Públicas. En 1935 se incorporó al Opus Dei, incipiente institución de la Iglesia fundada el 2 de octubre de 1928 por Escrivá de Balaguer, a la que dedicaría toda su vida. De hecho, a partir de ese momento, su vida transcurrió al lado de San Josemaría.

En 1944 fue ordenado sacerdote, y dos años más tarde se trasladó a Roma donde fijó su residencia junto a Escrivá. En la Ciudad Eterna se dedicó a labores pastorales y de gobierno en el Opus Dei y también a encargos que le confirió la Santa Sede como consultor de varios Dicasterios de la Curia Romana y, especialmente, mediante su activa participación en los trabajos del Concilio Vaticano II, en los que contribuyó a potenciar el papel de los laicos en la Iglesia. Precisamente, es en el Concilio Vaticano II donde se declara solemnemente la llamada universal a la santidad de todos, de forma que cada uno en su puesto, en su trabajo, puede alcanzar la santidad.

El 15 de septiembre de 1975, tras la muerte del fundador, fallecido en Roma el 26 de junio de ese año, fue elegido por unanimidad para sucederle al frente de la Obra. El 28 de noviembre de 1982, el papa Juan Pablo II le nombró Prelado de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei -erigida en esa misma fecha- y en 1991 le nombró obispo.

El lema episcopal que eligió fue“Regnare Christum Volumus!”, es decir, “queremos que Cristo reine en la Tierra”. Y éste fue, en realidad, su empeño durante toda su vida: que en todas las actividades humanas Cristo estuviera presente, que todo se realizara cara a Dios. En el fondo éste es el maravilloso mensaje del Opus Dei: todo es susceptible de ser ofrecido a Dios; todo nos puede acercar a Dios; todo hecho por amor de Dios nos hace santos.

Su amor a la Iglesia se manifestó por su profunda comunión con el Papa y los Obispos. Su caridad con todos, la solicitud infatigable por sus hijas e hijos en el Opus Dei, la humildad, la prudencia y la fortaleza, la alegría y la sencillez, el olvido de sí y el ardiente afán de ganar almas para Cristo, reflejado también en el lema episcopal —Regnare Christum Volumus!—, junto con la bondad, la serenidad y el buen humor que irradiaba su persona, son rasgos que componen el retrato de su alma.

Con la inminente beatificación, la Iglesia certifica que D. Alvaro del Portillo es santo, está en el cielo y es, además, un intercesor eficaz ante nuestras necesidades y problemas. La Iglesia propone así a D. Álvaro del Portillo como ejemplo de santidad, ejemplo vivo y reciente de una santidad alegremente exigente. Una alegría inmensa para todos los que lo conocimos en vida.


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