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La insoportable levedad de la izquierda balear

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La crisis institucional que vive nuestra comunidad, iniciada a partir de los inacabables conflictos internos de Podemos, está llegando a niveles esperpénticos. El último episodio de esta saga más se parece a un sketch de una película de Luis de Funes que de una sesión parlamentaria.

Durante la reunión donde se tenía que dirimir la destitución de la presidenta Huertas, se descubrió como, incomprensiblemente, la letrada mayor del Parlament había entregado con antelación y sólo al vicepresidente Vicenç Thomás, un documento de gran importancia, pues en él se detallaban los pasos para llevar a cabo dicha destitución. Ni la oposición, ni la propia presidenta habían tenido conocimiento ni acceso a este documento, ni habían podido leerlo, ni analizarlo, en igualdad de condiciones que el Sr. Thomás. Este hecho generaba en el resto de miembros de la Mesa una total indefensión y suponía un precedente inédito en la historia parlamentaria de Baleares.

Lo peor fue la actuación del propio Vicenç Thomás cuando de forma atolondrada y en una actitud infantil, quiso esconder el documento, una vez pillado con las manos en la masa, bajo una carpeta, disimulando y haciendo ver que no lo tenía, y ocultando una realidad que, finalmente, ha tenido que reconocer. Lo más sencillo hubiera sido repartir el documento a todos, hacer un receso, analizarlo con calma, y desarrollar hasta el final la reunión. La actitud obstruccionista de Thomás es intolerable y solo se puede entender bajo la óptica de quienes creen poder actuar desde la impunidad más absoluta, secuestrando al Parlament y dinamitando el principio de transparencia.

Más esperpéntica estuvo la miembro de la Mesa propuesta por Més, Joana Aina Campomar que, fuera de sus casillas, interrumpió una rueda de prensa que, en esos momentos, estaba concediendo la portavoz del PP, Marga Prohens. La situación no podía ser más surrealista.

En resumen, el socialista Thomás ocultando información y la catalanista Campomar impidiendo ejercer el derecho a la libertad de expresión. Estos son algunos de los mimbres que tiene la izquierda para la presidencia del Parlament. El otro mimbre, Marta Maicas de Podemos, acaba de ser imputada por utilizar sin su consentimiento la firma de Montse Seijas. ¿No tiene, la izquierda, algo mejor que ofrecer además de estas tres personas?

Pero esto es solo el último episodio, los episodios anteriores tienen también su miga. Todo viene a raíz del expediente disciplinario que Alberto Jarabo impulsó para cargarse a dos diputadas que le eran molestas y no le daban palmaditas en la espalda. Lo más rocambolesco es que la propia Comisión de Garantías que tramitó el expediente de expulsión de las dos diputadas ha tenido que ser disuelta a raíz de la filtración de algunas conversaciones en las que se demuestran las malas artes de algunos de sus miembros. Según parece, si eres “buena niña” no te pasa nada e incluso te buscan trabajo y, por lo que se ve, si no eres “buena niña”, te expulsan como a Huertas y Seijas. ¿Qué credibilidad puede tener esta comisión de garantías?

En una organización política seria, este simple hecho invalidaría completamente todo el proceso de expulsión iniciado contra la presidenta del Parlament y contra la diputada Montse Seijas, por carecer de todas las garantías jurídicas y haberse desarrollado sin la más mínima objetividad.

Es evidente también que todo este sainete lo ha hecho estallar Podemos para poner en marcha la típica purga stalinista contra aquel que no es sumiso y no le baila el agua al jefe. Es algo muy común en cualquier partido de tradición comunista. Bajo el manto del diálogo, la pluralidad, el consenso, etc., se esconde una férrea dictadura que lamina sin ningún pudor cualquier disidencia. Estamos, por tanto, ante una auténtica purga stalinista, ejecutada sin las debidas garantías, a la que con entusiasmo y estrépito se han sumado el resto de fuerzas de la izquierda; lo que confirma la mediocridad y el vacío intelectual de los partidos autodenominados progresistas.

Es normal que ahora quieran acabar cuanto antes con este estropicio. Y nosotros también. Pero hay que acabarlo haciendo las cosas bien. No queremos ser cómplices de ninguna caza de brujas, ni de intentos de asalto a la presidencia de forma atolondrada, como la del pasado martes. Queremos contar con todos los informes jurídicos necesarios, queremos tener toda la información. No estamos dispuestos a tolerar que se nos escondan documentos sensibles. Y si realmente se quiere terminar con este vodevil, estaría bien que la izquierda se pusiera de acuerdo, de una vez por todas, en la persona que va a sustituir a Chelo Huertas en la presidencia, porque ni de esto son capaces.

Solo ha pasado un año y medio de legislatura y ya han triturado la credibilidad del Consell Consultiu, poniendo al socialista Antonio Diéguez de presidente, han dinamitado la independencia de la Abogacía de la comunidad al cargarse a su director por no seguir las indicaciones del Govern y ahora han hundido en un caos al Parlament.

Nunca nadie había hecho tanto daño en tan poco tiempo.

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