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Año XI - Cincuenta años de la primera exposición y una década de laringectomía

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Hemeroteca Diario de Mallorca

Un buen amigo me ha sorprendido hoy, día 6, enviándome un recorte de la Hemeroteca del Diario de Mallorca en su rúbrica de “Hace 50 años”. Referido a Arte, dice: «Primera exposición de pinturas y dibujos del mallorquín José María Miró Llull en el Círculo de Bellas Artes. José María ha participado en exposiciones colectivas aquí y en Barcelona y colaborado como dibujante.»

Sabía que mi primera exposición fue en octubre de 1966. Y que haciendo la cuenta, son ya muchos años. Pero que aparezca en “Hace 50 años” como hecho a recordar, conmueve un poco. E intentar recordar todo lo hecho en solo estos cincuenta años y cuánto he aprendido, no es tarea fácil. En la última década, una buena parte de mi actividad –sin abandonar otras, aunque sí relajándolas–, con motivo de mi laringectomía total por el cáncer de laringe, ha sido la de estudiar las causas, efectos, remedios y rehabilitación, no sólo por interés personal, sino porque, sin buscarlo, la situación de los pacientes, que salen desorientados de esta cirugía y sus consecuencias, y con la necesidad de aprender a hablar sin tener laringe y por tanto sin cuerdas vocales, me ha llevado a involucrarme en su recuperación y retorno a la vida social.
Y si bien un pintor nunca deja de pintar ni un escritor de escribir, aunque su obra se quede en un espacio inmaterial, no deja de ser ejercicio y maduración para lo que luego se plasme en soporte tangible. En este año –¿coincidencia con los cincuenta?– por el caballete pasan telas, los tubos se vacían y hay que limpiar los pinceles.

En el año 1966, Guillermo Sureda Molina escribió la presentación de la exposición. Es la que viene a continuación.

 

"VEAN USTEDES"

José María Miró Llull es un hombre joven, amable, inteligente, inquieto, sobre todo inquieto. Es padre de familia y parece, a simple vista, un burgués prematuro, pero su incesante inquietud nos hace cortar de raíz esa primera impresión. Miró Llull hace crítica de cine, escribe poemas, publica artículos sobre muchos temas, dibuja, pinta. Le vemos, desde esa atalaya que cada uno de nosotros tiene quiméricamente situada sobre la ciudad –un poco a lo Diablo Cojuelo– ir y venir, subir y bajar por los a veces fríos, a veces calientes caminos del arte. ¿Qué busca Miró Llull con tanta singladura zigzagueante? Con seguridad, con esa seguridad que nos da una amistosa relación hecha a través de largas horas de conversación, podemos decir que no busca el placer fugitivo de la circunstancia, ni el simple gusto, más o menos respetable, de lo que podemos llamar vagabundeo artístico, sino una meta mucho más alta y personal. Busca ese algo que sea capaz de darle una definitiva paz artística interior. En suma, busca hallarse a si mismo, esa cosa tan difícil.

Cuando un artista aparece por el horizonte, tímida o fuertemente las dos maneras que tiene todo hombre de decir "aquí estoy yo"–, no podemos menos de pensar si esa irrupción en el mundo del arte será, efectivamente, duradera o si, por el contrario, consumida la "novedad", acabará apagándose con la misma suave timidez o con la misma fuerza con que ha aparecido Por eso, cuando un hombre entra en el concierto general del arte, una bandada de aleteantes interrogaciones se levanta ante nosotros como un grupo de perdices asustadas ante las pisadas del cazador. ¿Llegará o no? ¿Durará o no? Simplemente, ¿será o no será? Todo esto da una terrible fuerza dramática al primer poema, a la primera escultura, a la primera exposición. Y es difícil jugar a predicciones, porque es siempre problemático saber si estamos ante una promesa o ante una realidad. Lo mejor, en todo caso, es andar con pies de plomo y dar tiempo al tiempo, porque sólo el tiempo, los días, los meses y los años, nos sabrán decir la última palabra.

El hombre, todo hombre, como bien dice Ortega, es una máquina de elegir, de preferir. José María Miró Llull, en esta ocasión, sin dejar sus otros caminos –crítica, poesía– ha elegido el camino de la pintura, impulsado por una sincera y entrañable vocación. Estamos ahora ante la primera muestra conjunta de sus óleos, dibujos, acuarelas y ceras, es decir, frente al mundo total de su pintura mejor. No llega Miró Llull con la fuerte pisada de la seguridad, ni con la voz ahuecada por el grito, sino de un modo suave y casi silencioso. El "aquí estoy yo" lo ha sustituido Miró Llull por un recatado "vean ustedes", no por eso menos valiente Su andadura primera carece de insolencia, sin duda porque sabe que ella, como situación límite, resulta siempre peligrosa. Por eso mismo, su pintura aparece, por el contrario, recatadamente, de la mano de la dedicación y del oficio.

Ya he dicho que en esta exposición no hay gritos, sino, en todo caso, placideces de estilo y armonías cromáticas. Los cuadros de Miró Llull no nos enseñan, es verdad, una Mallorca nueva y desconocida. Por el contrario, nos ofrecen una Mallorca "eterna", la isla de los verdes y estrechos caminos vecinales, de los tranquilos caseríos rodeados de árboles, de los lugares, siempre bellos, donde a uno, ¡ay!, le gustaría vivir. En este sentido, el valor de Miró Llull no consiste tanto en huir del tópico como el de enfrentarse a él. De ahí, también, sus bodegones donde la manzana y la botella, desde Cezanne temas pictóricos de primera fila dentro de la pintura universal, son tema central y repetido.

Decía Baudelaire, tal vez el máximo revolucionario de la crítica pictórica, que "ya no es la orgía hermana de la inspiración; hemos roto aquel parentesco adúltero. La inspiración es hermana del trabajo diario." En efecto, si se quiere vivir del arte y para el arte, el trabajo de todos los días será siempre el mejor de los aliados. Miró Llull, como decíamos al principio, lejos del placer fugitivo de la circunstancia, busca en el pintar cotidiano, muchas veces rendido del trabajo de su oficina, los caminos del arte A veces, a altas horas de la noche, hay en su casa una luz encendida. Miró Llull está pintando, en lucha consigo mismo y con la paleta. Una muestra de su quehacer está ahora ante ustedes.

Bodegón con Mmortero

 

GUILLERMO SUREDA

 

Crítica de Gafim


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