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Año XII – La cura del cáncer no admite demoras; los proyectos, sí

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Tendrían curación

 

Detalle de La Seu
Vista de Palma (detalle)

 

Al seguir teniendo síntomas extraños en la garganta, que se manifestaban en cambios imprevistos del tono a mitad de una palabra o en la interrupción del habla y no hallando causa el ORL que me trataba, mi médica de cabecera me sugirió acudir a otro especialista cuyo nombre me indicó. El nuevo médico, en la primera visita, escuchó mi explicación; acto seguido pasó el flexoendoscopio, y manifestó que en las cuerdas vocales se observaba una alteración que podía ser cancerosa: convenía hacer un TAC para afinar el diagnóstico. En la segunda visita, leyó el informe del TAC que le pasaron por fax cuando yo ya estaba en el despacho. «No me sorprende –dijo–. Era de esperar». «A mí tampoco» –afirmé y miré a Amalia. «¿Qué se puede hacer?» –pregunté al Dr. Secades. Me contestó que extirpar y cuanto antes mejor. Miré de nuevo a Amalia, y volviéndome al doctor, propuse: «Si le parece bien, usted mismo disponga lo conveniente».

Y así fue; todo oportuno y sin demoras. ¡Cuántos cánceres tendrían curación o mejor resolución si entre el diagnóstico (efectuado a tiempo) y su tratamiento no se produjera una tardanza que favorece su desarrollo y hasta su dispersión metastásica!

En aquellos días estaba con unos trabajos entre manos que ni se me ocurrió que no pudiera continuar. No hablaría durante un tiempo, pero podría escribir. Y ya existía la conexión de ordenadores por router. Esto sucedía en el año 2005.

Después vino lo del cáncer de piel entre la nariz y el ojo. Una especie de verruga antigua, que años antes se consideró inocua, se desarrolló y cambió de aspecto. Su extirpación fue fácil, con anestesia local, aunque sin yo ver casi nada porque tenía los ojos cubiertos para que no les llegaran salpicaduras. Todo acabó con unas semanas de gasas y moratones muy llamativos.

Mientras tanto, la Dra. Munar, amiga además de médica, a finales de 2007, cambió de consultorio, accediendo a otro más amplio y más luminoso. En la sala de recepción y espera había colgado un óleo grande de madroños, de tonos agradables y sedantes, y dos serigrafías mías que tenía en el anterior local. Quedaba una pared que era toda una invitación para un cuadro alargado. Me ofrecí para pintarle uno de esas condiciones. Compré tres telas de 38 x 55 cm; unidas darían una pintura apaisada de 38 x 165 cm. Pero los lienzos de lino, por perentorios quehaceres y avatares sobrevenidos, se quedaron en un estante esperando que les llegara el momento de atacarles con los pinceles untados de color.

En uno de los controles posteriores de la laringectomía, el Dr. Bonilla, se detuvo, prestándole más atención de lo normal, en una parte del informe escrito y después en las imágenes del TAC. Luego, mirándome a mí, dijo que en el cuello seguía el buen proceso de curación, pero que había aparecido una mancha en un pulmón que tenía toda la apariencia de manifestar un cáncer. Por el tiempo de trato ya nos conocíamos y hablamos en confianza. «Algo habrá que hacer –manifesté–. Todavía tengo varios proyectos para tiempo y tendría que llevarlos a cabo». El proceso se puso en marcha. Había que hacer un PET para conocer con más precisión las características del tumor. Para contar con él en el menos tiempo posible, acordamos que lo haría por la asistencia privada; y así fuimos combinando la asistencia médica pública y privada hasta llegar a la mayor brevedad a la extirpación del LBS (lóbulo superior derecho), donde estaba el tumor sin indicios de expansión, y cuyos ganglios se mostraron limpios.

A los trabajos y proyectos propios, entre los que estaba el cuadro ofrecido y prometido, se unió la puesta en marcha de las sesiones de voz esofágica en Son Dureta, y algo después, el inicio del programa Volver a hablar en la a.e.c.c.; a lo que hay que añadir la dedicación a prestar al epígrafe “Mi cáncer” de mi bitácora: atender consultas y escribir artículos. El cuadro seguía pendiente.

Colores usados

Por fin, debido a cambios en mis actividades normales, los pinceles y la narrativa retomaron la prioridad, y después de dos pinturas y un mazo de páginas llegó el cumplimiento de la promesa artística –uno de los proyectos pendientes–: uní los tres lienzos 10P y, de acuerdo con las proporciones del conjunto, me planteé el asunto a pintar. Observé en qué momento del día se daba la mejor combinación de luces y sombras y se originaba una armonía que me gustara de la estructura subyacente de la composición. Realicé dibujos preparatorios y trasladé a la tela el definitivo. Seleccioné tres colores que, mezclados en distintas proporciones, serían los básicos para toda la pintura: blanco de cinc, tierra de siena tostada y azul ultramar. En mínimas cantidades y para pinceladas concretas, los complementé con azul ftalo, ocre amarillo, carmín y amarillo limón. Siguiendo el dibujo, manché las sobras intensas con una mezcla oscura de los tres básicos mencionados. Una vez secas, procedí a dar las primeras pinceladas para deslindar formas y entonar el conjunto. ¡Madre, dónde me había metido! El cuadro se había vuelto exigente. Tuve que dejar de compartirlo con la escritura y dedicarle toda la atención. Pero después de sesiones de pinceladas precisas y de empaste terso, de fijar formas y de ajustar valores, ni hiperrealista ni fotográfico ni impresionista, ahí está una vista de Palma con la Catedral y la Almudaina de protagonistas: tras casi ocho años, otro proyecto realizado.

Vista de Palma
Vista de Palma con la Seu y la Almudaina,
2016, óleo sobre lienzo, 38 x 165 cm, en tres bastidores de 38 x 55 cm.

Y lo curioso, si así se puede llamar, es que nunca temí no poder cumplirlo.

¿Qué me llevaría a pensar que el cáncer no precipitaría mi fin? Quizá el que no creí que había que luchar contra el cáncer, pues se lleva las de perder. Sólo hay que afrontarlo con la atención médica oportuna y correcta (con prontitud y con gran prudencia en la administración, como tratamiento o como coadyuvantes, de la radioterapia y la químioterapia); y con tranquilidad, buen ánimo y el mejor humor posible del paciente. Y éste, tener objetivos a alcanzar. Se puede conseguir, por la parte clínica dañar lo menos posible el organismo y por parte del paciente estimular la regeneración celular y un pH no ácido.

He dicho que he cumplido otro proyecto, pero es sólo otro; quedaban más –algunos en marcha– (vídeos sobre aspectos de la recuperación de los laringectomizados, seguir escribiendo lo que les acontece, hablan y piensan los personajes de la narración, de lo que a veces tomo notas para no olvidar, porque ellos ya van a su aire), y han surgido varios nuevos (una serie pictórica sobre arlequines, una carpeta de grabados con el título previsto de .Tauroginecomaquia, complementada con pinturas al óleo y acuarela.


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