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LA NUEVA POLITICA Y LA XI ASAMBLEA DE IU

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Esta es la enmienda de adición a todas las ponencias presentadas a la XI Asamblea que voy a impulsar desde Baleares.

Tiene que ver con ser diferentes, con que la ciudadanía no nos vea como una organización más y con prestigiar la política y a nosotros mismos porque, mientras la gente vea la política como un problema y no como una solución, el cambio real es imposible 

Parece un poco kumbayá pero no os engañéis: en temas tan candentes como las confluencias y otros da criterios generales pero muy claros sobre cómo enfocar la cuestión
 

Justificación:

La  regeneración política, que todos y todas exigimos, tiene tres vertientes:

*Cambios en el funcionamiento institucional (ley electoral, mecanismos de democracia directa, transparencia, lucha contra la corrupción, etc.)

*Cambios en la organización y funcionamiento interno de los partidos

*Cambios en la relación entre los partidos y la ciudadanía, es decir, en la manera de hacer política

Esta  última cuestión es la que está menos presente  en el debate político general porque es la menos objetivable y la más  ligada al proyecto político de cada organización. Sin embargo, para una fuerza política transformadora, que aspira a hacer hegemónicos en la sociedad su programa y sus ideas, se trata de un asunto esencial

Entre las ponencias que han obtenido los avales necesarios, el tratamiento que se da a este tema es, en general,  escaso y puntual.

Por  ello  se presenta la siguiente enmienda a todas las ponencias :

Una nueva manera de hacer política: un compromiso ético con la ciudadanía  para transformar la sociedad

Una parte importante de la estrategia neoliberal es la devaluación de la política, de los partidos y de los representantes institucionales porque, con razón, los considera una posible amenaza para sus intereses, una posible limitación a la actividad de los agentes económicos y una distorsión para el funcionamiento del libre mercado.

En cambio, para una fuerza transformadora como la nuestra, la implicación en la vida política de los sectores sociales ampliamente mayoritarios que queremos representar la revalorización de la política es tan importante como el fortalecimiento y la movilización del tejido social

El sufrimiento social asociado a la crisis económica ha suscitado, en general, un mayor espíritu crítico y un mayor interés en la participación política. Sin embargo, nos engañaríamos mucho si ignoráramos que estos fenómenos, inicialmente positivos, se simultanean con un enorme grado de desconfianza hacia la política y hacia los partidos. De hecho, las encuestas siguen indicando  que los partidos políticos, lejos de ser vistos como un recurso, siguen siendo valorados por la ciudadanía como uno de sus principales problemas.

Esta situación es excelente para el sistema y pésima para aquellos que queremos cambiarlo: no es posible transformar democráticamente una sociedad donde predomine el individualismo, la desmovilización social  y  la desconfianza hacia lo público y lo colectivo.

Conseguir este objetivo y acercarnos a una democracia participativa implica múltiples medidas que van desde la lucha contra la corrupción hasta cambios en el funcionamiento interno de los propios partidos, pasando por una ley electoral justa y la implementación de mecanismos de participación ciudadana en los asuntos públicos: es algo que IU tiene bien teorizado y sobre lo que hemos armado un programa político solvente y avanzado.

Sin embargo, este tipo de medidas son insuficientes: también es necesario que los partidos que nos reclamamos de la transformación social cambiemos nuestra práctica política cotidiana y nuestra manera de relacionarnos con la ciudadanía porque ésta es la única manera de salir de la dinámica general, de hacernos realmente creíbles, de generar confianza y, a la postre, de conseguir la hegemonía social para nuestros valores y nuestros programas

En lo que se refiere a Izquierda Unida, la dura realidad es que la ciudadanía no nos ve como algo muy distinto del resto de partidos y que nuestra propia militancia, en las conclusiones del debate previo a esta Asamblea, ha detectado, de forma mayoritaria, características de nuestra acción política que tienen mucho que ver con esta cuestión: que debatimos demasiado de lo interno y poco sobre los problemas de la gente; que no favorecemos la permeabilidad con los simpatizantes y nuestro entorno; que somos rebuscados a la hora de decir las cosas y la gente no nos entiende; que estamos muy centrados en el trabajo institucional  y que, muchas veces,  nos instalamos en una actitud negativa sin que vaya acompañada de una propuesta en positivo.

Es cierto que, en estos y otros terrenos, IU resiste bien la comparación con el resto de partidos, pero, cuando uno decide sustraerse al cómodo juego de la alternancia y apuesta por hacer hegemónicos valores que chocan con los intereses de las clases dominantes, mostrar una comparativa ligeramente favorable es insuficiente.

¿Qué debemos hacer  para responder  a las opiniones manifestadas por nuestra propia militancia y para corregir el desafecto ciudadano que, en buena medida,  compartimos con el resto de partidos?

Pues muchas cosas que, forzando la síntesis,  se podrían resumir en una sola: recuperar la vieja fórmula por la cual el partido ha de considerarse como un medio y no como un fin y, consiguientemente, situar el centro de gravedad de nuestra acción política exclusivamente en los intereses de los sectores sociales que aspiramos a defender y representar.

Es fácil tachar esta formulación de banal o retórica en la medida en que cualquier partido político podría suscribirla sin dificultad, pero éste no es un buen enfoque de la cuestión: el buen enfoque es conseguir romper las inercias que dificultan cumplir en la práctica algo tan fácil de compartir en teoría y, a la postre, traducir esta formulación general en una práctica concreta.

 Desde este punto de vista, IU, tanto individual como colectivamente, debe:

  • Renunciar a la vieja política entendida como una lucha entre partidos que los ciudadanos observan con más o menos interés desde la grada. La nueva política se construye desde abajo, en interactuación permanente con la ciudadanía y, lo más importante, centrando nuestra actividad de partido exclusivamente en  la defensa de aquellos a quienes queremos representar. En consecuencia con lo anterior, debemos minimizar los esfuerzos y la proyección pública destinada a cuestiones que la ciudadanía ve lejanas o poco interesantes, incluyendo, naturalmente, nuestras cuitas organizativas, nuestros conflictos internos y las batallas partidistas de nulo o escaso contenido. Esto significa, entre otras cosas, sustraernos a las exigencias mediáticas que minimizan la difusión de los  proyectos políticos en presencia y priman la presentación de la política como una mera disputa por el poder entre los diferentes partidos
  • Colocar nuestra política institucional y nuestra política de alianzas bajo la luz de una pregunta tan sencilla como ésta: ¿qué alternativa de las posibles es la que más beneficia objetivamente al sector de la ciudadanía al que quiero defender y a la que he pedido o voy a pedir el  voto?. Es sorprendente como , bajo esta perspectiva, algunas posiciones habituales  pierden consistencia y otras, en cambio, cobran un extraordinario valor

  • Ser intelectualmente honestos en el análisis y en el comportamiento; ser serios, rigurosos y sinceros a la hora de explicar lo que hay, lo que hacemos y lo que queremos hacer. Darle solidez y coherencia a nuestro discurso y a nuestra acción política preservando la coherencia entre la teoría y la práctica.

“Sensu contrario”, debemos resistir a la tentación de la demagogia y de los análisis simplistas: la búsqueda de adhesiones en base a discursos vacuos o propuestas irrealizables puede ser rentable a corto plazo pero, tarde o temprano, genera desmoralización social y desprestigio político. La coherencia, por último, no debe ser confundida con el inmovilismo: la coherencia no excluye la autocrítica y la incapacidad para reconocer de forma natural los propios errores

  • Hacer política para los de fuera y no para los de dentro, es decir, tener el coraje de no hacer la política fácil - la que busca acomodarse en los equilibrios internos -  y sí la política más adecuada para los sectores sociales cuyos intereses queremos representar.
  • Ser didácticos, hablar con un lenguaje llano e inteligible y  desterrar los textos y los discursos complejos y únicamente accesibles para una minoría
  • Demostrar en nuestro funcionamiento interno coherencia con lo que proponemos para la sociedad  y para las instituciones que pretendemos gobernar: democracia, participación y transparencia; aplicación de criterios sociales y medioambientales  en la gestión; exigencia de un comportamiento ético (no sólo legal) a todos los miembros de la organización y generación de un espacio amable y tolerante para la propia militancia y para todas aquellas personas que se acerquen a nosotros  para trabajar, colaborar o, simplemente, debatir.

 

 


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