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En el centenario de la Teoría de la Relatividad General de Einstein

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Zeus dejó una piedra en un lugar que se consideró el "ombligo", el lugar donde se creó el mundo que se extiende en torno a él. Ese lugar, ese "ombligo" recibió el nombre de ónfalo.

A lo largo de la historia ese ónfalo ha ido variando: Jerusalem, Atenas, Roma..., centros del mundo, imperios políticos, pero también culturales, religiosos...

Hubo un episodio extraño en 1894, concretamente el 15 de febrero, Martial Bourdin, anarquista francés, estaba en Londres y se dirigía al Observatorio de Greenwich cuando, en el parque anterior al observatorio le explotó la bomba que llevaba consigo. ¿Qué pretendía este Martial Bourdin? Una opinión algo extraña, pero quizás válida, es que quisiera destrozar el sistema de coordenadas terrestres, hacer volar el punto cero de los meridianos. Con esta historia el periodista John Higgs comienza el primer capítulo "La eliminación del ónfalo", dedicado a Einstein en su interesantísimo libro Historia alternativa del siglo XX.

Lo que el anarquista francés no logró, destrozar el "punto de referencia" mundial, lo consiguió Albert Einstein cuando el 25 de noviembre de 1915 enunció su Teoría de la Relatividad General. Allí voló una concepción del tiempo y del espacio y nació otra concepción de tiempos curvos, de agujeros negros y, posteriormente, de materia vacía, de universos paralelos, de la antimateria ... Un ónfalo, un "ombligo" del mundo había saltado.

Pero no fue la del espacio y tiempo la única concepción que queda totalmente alterada en esos inicios del siglo XX. Cayeron en unos años los grandes imperios: el austrohúngaro, el germano, el japonés... Y también cambiaron las concepciones artísticas: la música perdía la tonalidad, la plástica perdía la figuración ... Fue un mundo de cambios gigatescos.

La forma en que se recibió a Einstein y a la teoría de la relatividad es una muestra de que el mundo tiene más interés por el hombre que por sus ideas. Muchos escribieron casi con regocijo que no podían comprender sus teorías, y muy pronto se extendió la idea de que la relatividad era imposible de entender para la gente normal. En la prensa se afirmaba que solo había doce personas en el mundo que pudieran entenderla. Cuando Einstein viajó a Washington, en 1921, el Senado estadounidense sintió la necesidad de debatir su teoría, y numerosos senadores afirmaron que era incomprensible. El presidente Harding admitió con alegría que no la comprendía. Jaim Weizmann, quien más adelante sería el primer presidente de Israel, acompañó a Einstein en su viaje a través del Atlántico. «Durante el viaje, Einstein me explicaba la Teoría de la Relatividad todos los días — comentó—, y para cuando llegamos, yo estaba totalmente convencido de que él la entendía de verdad».

La relatividad llegó demasiado tarde para el anarquista Martial Bourdin. Él quería destruir el Observatorio Real de Greenwich, que era el ónfalo del Imperio británico y de su sistema de ordenación que se extendía por todo el globo. Pero los ónfalos, como nos enseñó Albert Einstein, son completamente arbitrarios. Si Bourdin hubiera esperado a la aparición de la Teoría de la Relatividad General, quizá se habría dado cuenta de que no hacía falta poner una bomba. Lo único que hacía falta era reconocer que un ónfalo es, ante todo, una ficción.

John Higgs: "Historia alternativa del siglo XX".


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