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El toreo tiene origen religioso y el rito sacrificial del toro conforma la eucaristía católica

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 De lo que voy a exponer no sabe nada, es de suponer, ningún regidor de los que han declarado la ciudad de Palma antitaurina. A estos, si es que leen, igual que lo hago a quienes puedan tener interés en conocer la importancia del toro en civilizaciones y culturas ancestrales –en la Mallorca talayótica, por ejemplo–, les recomiendo la presentación que María Ángeles Sánchez escribió, titulada Toros de Costitx, como “Pieza del mes”, en el ciclo «Creencias, símbolos y ritos religiosos» del Museo Arqueológico Nacional, digno albergue de las tres cabezas bovinas y otras piezas relacionadas que las acompañan.

Cena pascual
Cena pascual de Giorgio Vasari

La autora, de inicio, describe las cabezas de los toros, cuyos cuernos fueron fundidos aparte y ensartados a resaltes del testuz con pasadores, pasando a explicar el entorno cultural en que fueron realizadas y la proliferación que, en bronce o en barro, de figuras de reducido tamaño, se da en distintos lugares de culto religioso, en la isla de Mallorca.

El culto al toro en el mediterráneo, dice, con su «divinización, simbología y ritos», «sirvió de base para su sacralización», y añade que, como en Anatolia, Mesopotamia, Egipto y el Egeo, desde época muy temprana, este animal quedó ligado a cultos de fertilidad. En Egipto el dios Apis y la diosa Hathor adquirieron forma taurina, y en Mesopotamia fue el dios Marduk el que se identificó con un toro.

«Durante la Edad del Bronce, este culto alcanza su mayor desarrollo, difundiéndose por todo el Mediterráneo; en zonas como el Egeo tuvo un gran arraigo, especialmente en el mundo cretense, donde este animal aparece ligado a cualquier manifestación de la vida minoica. En ella, cobra especial relieve la práctica de juegos taurinos, de significado religioso, en los que jóvenes de ambos sexos, hacían ejercicios acrobáticos sobre un toro, que precedían a su sacrificio, cuya sangre debía fecundar simbólicamente la tierra.»

Los párrafos anteriores entrecomillados son del escrito de María Ángeles Sánchez, de la cual es también el siguiente:

«En los ritos sacros de las culturas Mediterráneas, el sacrificio de un animal como el toro, tuvo un significado religioso muy especial. Implicaba la comunión con la divinidad y el beneficio de sus poderes, ya que una parte de la víctima era quemada en el altar y el resto era comido por los fieles. El ejemplar destinado al sacrificio debía ser joven, de raza pura, y se marcaba con un signo (manos pintadas, rosetas, estrellas, etc.), que le confería un carácter singular. En el mundo griego y romano, se le conducía especialmente adornado ante el altar de sacrificio.»

Cristianismo y Mitraísmo
Sacrificio salvador en en dos ritos, el de Mitra y el de Cristo

¿Qué podemos colegir de estas afirmaciones? Pues que así como hay que admitir que los toros tienen origen religioso, el fundamento de la religión católica tiene origen taurino. Si la humanidad, a través de la historia conocida, uno de cuyos vestigios es la Epopeya de Gilgamesh, ha buscado explicaciones a lo desconocido y ha querido congraciarse con las divinidades, llegando incluso a ofrecerles sacrificios de animales y humanos, la religión mitríaca y la católica son las que coinciden en la celebración de un rito expiatorio con un banquete (ágape, eucaristía, comunión) en el que la divinidad se une a los fieles para proporcionarles la vida eterna. En este sentido lo expresa Alfred Loisy en Los misterios paganos y los misterios cristianos, Barcelona, Paidós, 1990: «…no es excesivamente temerario pensar que el bajo-relieve de Mitra tauróctono presenta el sacrificio del toro como principio de la vida bienaventurada prometida al iniciado, así como de la virtud que hay en el banquete sagrado para la obtención de esa inmortalidad.»

Según María Ángeles Sánchez parte del toro era comido por los fieles. Pudo ser así al principio, pero también hallamos que otros autores hablan de pan y agua, que pasó a ser pan y vino; pudo darse el rito mitríaco adoptara las especies cristianas, aunque se puede pensar que fue al revés. La religión mitríaca, procedente de Siria y Grecia, sin bien fue coetánea del cristianismo durante unos tres siglos, era mucho más antigua. Curiosamente, hay notables y abundantes datos fehacientes, de que el cristianismo y la religión católica se nutrieron de cuanto pudieron servirse de las religiones precedentes. En el caso de Mitra, basta señalar, como muestra, aparte de lo más importante, ya mencionado, el bautismo y el día del Sol como fecha –realmente desconocida– del nacimiento del Cristo llamado Jesús.

En el siglo IV de nuestra Era, en el que los enfrentamientos por la prevalencia religiosa y social de las facciones cristianas que habían surgido, Constantino –adepto al culto de Mitra que se convirtió al cristianismo al fin de su vida– , sumándose al concilio de Nicea (325 e.C.), dio el espaldarazo a los cristianos, que, saliendo de la clandestinidad, pudieron profesar oficialmente su religión y desempeñar cargos públicos, y los adeptos al mitriatismo o se incorporaron al cristianismo o fueron proscritos, como los arrianos y otros grupos. Pero sobre esto no me voy a extender: forma parte de las continuas e infinitas cornadas que los humanos se han dado y nos damos en la historia y hay muchos estudios sobre ello.


Encuentro ‘amistoso’ de toros en el desencajonado

 


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