Perspicacia y sutileza ha desplegado la ascendida presidente en plantear la solución de un asunto de notorio atractivo pueblerino, aunque no de los prioritarios en la gestión pública. A eso se llama tener mano izquierda (en el buen sentido en que suele usarse). Me refiero al plantear que el palacio de Marivent tiene que poder ser visitado, la mayor parte del año, por los herederos de Saridakis.

Doy por cierto que muy pocos mallorquines tienen interés en dar una vuelta turística por los jardines, la caseta de aperos, la bajante al embarcadero y el paso de la entrada hasta el balcón que mira al mar, que es, supongo, lo que sería objeto de visita, con la explicación de que en la casa hubo los muebles y obras de arte, como coleccionista y propias, de un tal Juan Saridakis, un egipcio que recaló y murió en la isla.
Son Vent de Porto-Pí
Pero ahora planteo: ¿necesitan los mallorquines el Palacio de Marivent? Como museo –¿otro?– no creo que presente ningún aliciente; para ir a pescar los jubilados, demasiados peldaños; además con los cambios y construcciones complementarias y anexas la posibilidad de uso tiene que dar para más que en tiempos de Saridakis. Tal vez podría destinarse a campamentos para formación de las nuevas juventudes.
O, quizá, la ínclita presidente –como hace años otra muy distinguida presidente pensó en Raixa– tiene la intención de que Marivent sea la sede de la presidencia del gobierno balear. Si así lo hiciera, no superaría en elegancia a la nunca bien ponderada MAM de sus buenos tiempos, pero sí en disponer de un decorado majestuoso que podría resplandecer con los debidos cuidados de jardinería.