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Quieren seguir con la fiesta

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Lo que la lógica y el sentido común dicta es que no se puede mantener un déficit público de forma sistemática y continuada a lo largo de los años, sin que ello no cree desequilibrios y problemas financieros importantes. Un déficit puntual, durante unos pocos años, es perfectamente comprensible y asumible. Sin embargo, un déficit público sostenido en el tiempo, convertido en estructural, genera una bola de deuda de muy difícil digestión que, a la larga, puede hacer inviables los servicios básicos y el mismo estado del bienestar conseguido.

Precisamente, el principal problema que padece nuestra comunidad autónoma es el de la abultada deuda pública. En estos momentos la podemos cifrar en unos 8.400 millones de euros, aproximadamente un poco más del 29% del PIB. Una deuda que supone que cada año debamos dedicar una cuarta parte del presupuesto a la amortización y al pago de los intereses de esta deuda, dinero que, lógicamente, se deja de invertir en sanidad, educación y servicios sociales.

En un contexto, como el actual, de intereses bajos, el pago de la deuda, aun con importantes esfuerzos, es aún asumible. No obstante, si cambian las circunstancias y suben los tipos de interés, la deuda será imposible de pagar. De hecho, la bajada de la prima de riesgo, que algunos minimizaban y despreciaban, ha supuesto importantes ahorros en el pago de intereses de la deuda; de forma que si, por lo que sea, la prima de riesgo vuelve a subir, las consecuencias pueden ser devastadoras para nuestra economía.

De aquí la urgencia en aprovechar las buenas condiciones de los tipos de interés para empezar a reducir la deuda y llevarla hasta niveles más aceptables y digeribles. Y, ¿cómo se puede reducir el nivel de endeudamiento? El único camino es teniendo superávit presupuestario, es decir, empezar a ingresar más de lo que se gasta. En este sentido, el último Consejo de Política Fiscal y Financiera marcó para las comunidades autónomas, en este proceso de consolidación fiscal, un objetivo de déficit para 2015 del 0,7%, un 0,3% para 2016, un 0,1% en 2017 y del 0% en 2018; de forma que, según este calendario, podríamos empezar a reducir los niveles de endeudamiento a partir de 2018.

El nuevo Govern, sin embargo, parece querer caminar en sentido contrario. No parece estar muy de acuerdo en reducir el déficit y mucho menos controlar los importes del gasto. Ya lo dijimos en la anterior legislatura, la izquierda no ha aprendido de sus errores y quiere volver a las andadas, con más gasto, más déficit, más deuda y en breve, más impuestos.

A pesar de contar, en 2015, con 35 millones adicionales derivados de la liquidación definitiva del sistema de financiación de 2013; de obtener 40 millones más, como previsión al alza de los ingresos por los tributos cedidos y de haber conseguido una rebaja de 45 millones en intereses del FLA, el nuevo Govern ya ha dicho que no va a cumplir con el objetivo de déficit; no porque no pueda alcanzar dicho objetivo, sino porque no quiere hacerlo, que es aún peor. Y ello con la peregrina excusa de tener un deficiente sistema de financiación autonómica, cuestión que compartimos, pero que no podemos considerar como un eximente para no cumplir con los objetivos de déficit acordados.

De hecho, aun estando de acuerdo en que el modelo de financiación autonómica, fruto del acuerdo entre los presidentes Zapatero y Antich, es insuficiente e injusto, no podemos, sin embargo, dejar de hacer los deberes en cuanto a control del déficit, en espera de un futuro sistema de financiación que no sabemos cuándo vendrá ni en qué condiciones se aprobará.

Baleares debe seguir en la misma línea de consolidación fiscal, de control del déficit, optimización de los recursos y racionalización del gasto. No podemos volver al pasado, utilizando las mismas recetas que nos dejaron al borde del abismo, que aumentaron el paro en 46.000 personas, que triplicaron el nivel de endeudamiento, dejaron un déficit estructural de más de 1.000 millones anuales y más de 1.600 millones de euros en facturas impagadas por no tener liquidez suficiente.

El control del déficit no es un capricho, es una necesidad imperiosa si queremos empezar a reducir el excesivo nivel de deuda. Reducir la deuda sin controlar el déficit es la cuadratura del círculo. Una cosa es consecuencia de la otra, y Baleares corre el peligro cierto de que su alto nivel de endeudamiento pueda aplastar el actual e incipiente crecimiento económico y pueda llevar a nuestra comunidad, otra vez, a la suspensión de pagos, como ya ocurrió en 2011. El nuevo Govern se equivocará si trivializa y minusvalora la necesidad de reducir el déficit y, por tanto, abandona su objetivo de bajar el endeudamiento. Un error que puede ser letal para nuestra viabilidad económica y nuestro futuro como sociedad libre y moderna.

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