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Entrevista a Gabriel Bertotti

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Entrevista a l'escriptor Gabriel Bertotti a la revista Manacormanacor 27 de maig de 2015 

El próximo Viernes 29 de Mayo saldrá a la venta en la librería Món de Llibres, de Manacor, y el 8 de Junio en España, Los techos de agua, el último libro del autor argentino radicado en Mallorca, Gabriel Bertotti. Los techos de agua, está integrado por cinco relatos que a partir de diferentes géneros literarios intentan ir más allá, internándose en “un territorio desconocido” que el autor invita al lector a explorar. Bertotti es además autor de La aventura ausente (2010) y de Luna Negra (2012). Hemos tomado un café con él y este es el resultado de la entrevista:

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¿Cuándo comenzó a escribir?

Siempre me recuerdo escribiendo. En mi caso, el hecho de escribir es indisoluble con el de leer. Una cosa llevó a la otra. Y como soy una especie de Funes , el memorioso borgeano que logra la simultaneidad del recuerdo, y recordar es una parte privilegiada de la imaginación, cada hecho vivido, se convirtió así, junto a cada libro leído, en material perenne de escritura.

¿Cuándo comenzó a publicar?

La persistencia en el fracaso fue lo que marcó mi relación con las publicaciones. El rechazo de la revista Anteojito a mi poesía por el día de la madre, enviada a mis tiernos 10 añitos, cada posterior rechazo de todas las editoriales argentinas y españolas, y los infructuosos intentos durante cinco años de las agentes literarias que se arriesgaron a representarme, llegaron a convencerme de la existencia de un karma irreversible, hasta que milagrosamente intervino una vez más la intersección entre azar y amistad, y conocí a Fausto Puerto y a Toni Xumet que rescataron mi obra del ostracismo.

¿Qué busca  cuando escribe?

Nada. O acaso terminar cada frase y en lo posible cada párrafo.

¿Cómo consideraría su literatura?

Una querida amiga, creo que un poco incómoda porque no le gustó algo que le di a leer, me dijo que mis ficciones le parecían una mezcla de sutileza y perversión, supongo que lo habrá dicho para salir del aprieto de no reconocer que no había terminado la lectura de lo que le encomendé, sin embargo, creo que así se podría definir lo que escribo, más o menos, como un niño jugando con una navaja muy afilada.

¿Por qué esa obsesión con la muerte y el sexo?

Permítame responderle con otra pregunta: ¿acaso el que se está ahogando no desea fervientemente un salvavidas?

 ¿Reconoce la influencia de algún escritor?

La lista sería inacabable. Sin embargo, creo que nunca pude salir de la influencia de mis primeras lecturas adolescentes: Jack London, Kafka, Borges, Hemingway, Faulkner, Beckett, T.S.Eliot, Ionesco, Homero, Sófocles; de las películas de John Ford, Welles, y Coppola; del influjo irresistible de las historietas argentinas;  y por sobre todo, de la manera de tocar el piano de Duke Ellington, Bill Evans y Thelonius Monk.

¿Escribe para alguien? ¿Tiene un lector ideal en mente?

Como dijo Dolina: “Todo lo que hace un hombre, lo hace para seducir a una mujer”.

¿Cree que su literatura perdurará?

No lo creo. Pero tampoco creo que perduren ni la Tierra ni el Universo.

¿Cómo definiría a Los techos de agua?

No es mi tarea definir lo que hago. Jamás me entrometería en el trabajo de los críticos.

¿Por qué escribió este nuevo libro de relatos?

Porque no pude evitarlo.

¿Es Los techos de agua un libro de relatos de género?

No precisamente, toma como punto de partida y de una manera muy sutil, o eso espero, algunos géneros convencionales e intenta ir más allá. La expresión “adentrarse en tierra de nadie”, me gusta y me parece apropiada para lo que he intentado en ese libro.

¿Es verdad que su editor se negó en principio a publicar el último relato, Luz Oculta?

Es verdad. Pero cuando lo reté a duelo cambió de idea. Este libro no sería lo que es sin un relato maldito, y Luz Oculta lo es.

¿Qué le diría al lector potencial de Los techos de agua?

Que sepa perdonarme. Que yo no tengo nada que ver. Que adscribo a la teoría de los clásicos de la que tanto hablaba Borges y que me considero una simple herramienta de alguien que me dicta las historias tal cual las leerán.

 ¿Hay que estar un poco loco para ser un artista?

Si lo dice por mi, jamás me he considerado artista, en cuanto a lo de loco, me he sentido orgulloso de estarlo a pesar de los intentos de psiquiatras, monjas y confesores, por enmendar ese hecho determinante, he persistido en la locura y he encontrado el amor y el humor en el camino, lo que no está nada mal.


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