La venerable María Antonia Munar ha tenido que soportar la aflictiva prueba de entrar en la monacal celda de la prisión. Es el inevitable primer misterio doloroso de un rosario que, seguramente, no pasará completo. Con una espina en la frente, como beatífica Santa Rita, está protegida por la abogada de imposibles.
Jaculatoria: Santa Rita, Rita,
lo que se consigue no se quita
El Tribunal Supremo debería consolidar –algo que parece que ya existe de hecho– la renuncia a la absoluta independencia y la adhesión, como sagrada congregación, prelatura o algo así, al Vaticano y adquirir un estatuto de la clase del Cristo de Medinaceli o de la Señora de Fátima o de la Virgen de Lourdes.
Los últimos milagros del Tribunal Santísimo son notables y muy recientes: Blanco, Matas, Barcina. Es de justicia que, de una o de otra manera, libere de la celda expiatoria a la Venerable Munar y le deje seguir el proceso de beatificación y canonización. Sería una manera digna de allanar el camino para los que vendrán después: unos de los más notables, los santos duques de Palma.
Es una lástima que MAM ya no esté en edad de formar parte de la de la JMJ (que no es Jesús, María y José). Por bien clara imposibilidad de ir personalmente, si fuera una muchacha, desde la celda, ya sea por TV o por Internet, podría recibir la indulgencia plenaria digital concedida por el Papa Francisco, y quedaría limpia de todo pecado, con el alma del todo blanca como después del bautismo.