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El panteón del Marqués de la Romana en el convento de Santo Domingo de Palma

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Compleja la historia de la División del Norte, aliada con tropas francesas napoleónicas cuando en 1808 llegan noticias del levantamiento del 2 de Mayo y las alianzas militares deben cambiar. Esta compleja historia puede leerse en Pedro Caro y Sureda, Tercer Marqués de La Romana (1761 - 1811), quien capitaneaba las tropas españolas de esa División, gesta que le dio un gran renombre como militar. Murió de un ataque de disnea el 23 de enero de 1811 cuando se disponía a marchar en socorro de Badajoz en la guerra de la Independencia, también llamada "Guerra contra el Francés".

Aquí empieza una segunda parte que trata del traslado del cadáver del Marqués de la Romana hasta Palma donde llegó el 31 de mayo. Lo cuenta Bartomeu Bestard en El fallecimiento del marqués de la Romana (DM, 17/07/2011):

El 31 de mayo llegaba a Palma, desde Tarragona, el cadáver del marqués. Llegó a bordo de la fragata Prueba de la Real Armada, la cual estaba al mando del capitán Pedro Barcáiztegui. La fragata venía cargada de pasajeros que huían de los estragos de la guerra en la Península y curiosamente, entre los pasajeros se encontraban veintidós prisioneros franceses que tenían como destino el castillo de Bellver, convertido una vez más en prisión. Los restos mortales tuvieron que pasar cuatro días en la Cuarentena, pues uno de los tripulantes había fallecido durante el trayecto.

Día 4 de junio el cadáver de Caro Sureda fue trasladado a su casa —ubicada allá dónde se cruzan las calles de Sant Feliu, de la Pau y la del Vi—. Para ello se organizó una comitiva fúnebre en que participó no solamente toda Palma, sino muchos refugiados peninsulares, pues tal como afirmó en su época el cronista José Barberí, Palma "parece como una pequeña Corte o una segunda Cádiz". Antes de empezar la procesión se tiraron treinta cañonazos. Para entender la magnitud de este acontecimiento extraordinario vale la pena recordar lo que dejó escrito José María Bover: "Concurrió tanto gentío que fue un horror; en su casa fue puesto el cadáver bajo de un toldo encarnado con seis banderas del Regimiento de Milicias, del de Cuesta, y de la Quarte; a los ángulos las armas de S. E. [los escudos del marqués], por el contorno centinelas, en la sala altares diciendo misa, y un piquete de soldados para contener la babilonia de la gente, pues a la 1 de la noche aún estaba lleno". Si toda esta parafernalia se montó sólo para trasladar el cadáver a su casa imagínese el lector como debieron ser los funerales en la Catedral y en el convento de Santo Domingo. En el convento dominico, dónde fue enterrado, se levantó un magnífico túmulo ideado por el escultor de cámara del rey, José Antonio Folch, y pintado por Francisco Planella. Ese mismo escultor realizó un mausoleo para el marqués de la Romana en la capilla de los Suredas, en Santo Domingo (hoy conservado en la Catedral), el cual fue, y sigue siendo elogiado, por su buena traza "en que la escultura ha agotado sus primores". D. Pedro Caro Sureda, fue proclamado hijo ilustre de Mallorca. Su familia regaló al Ayuntamiento un magnífico retrato del general, obra de Vicente López, que por desgracia desapareció en 1894, tras el incendio de las Casas Consistoriales.

panteón

Bartomeu Bestard, Cronista de la Ciudad de Palma, ya había publicado en 2007 otro artículo sobre el Marqués de la Romana, artículo que desapareció de la web del Diario de Mallorca y que recogí en Don Pedro Caro y Sureda, tercer Marqués de la Romana y que lleva el título de "La expedición a Dinamarca del marqués de la Romana".

Hoy voy a recoger otro artículo periodístico publicado por Antonio Furió Sastre (1798 - 1853) en 1840 en la revista barcelonesa El Museo de familias. En el número 3 de esta publicación, páginas 74 a 77, se halla el artículo, dibujo incluido, que a continuación transcribo:

Monumento erijido en Mallorca al Marqués de la Romana (1)

(1) Este artículo nos ha sido remitido por nuestro apreciable amigo D. Antonio Furió de Palma de Mallorca.
Nota de los editores

Eran las seis de la tarde del día 5 de junio de 1811, cuando todo el vecindario de la capital de las Baleares corría azorado al puerto, alternando entre el dolor y la alegría, atraído por la voz esparcida en breves momentos de que un buque de guerra español había trasportado desde Portugal el cadáver de su paisano, Don Pedro Caro y Sureda, marqués de la Romana, que había coronado el certamen de su carrera militar, muriendo en el cuartel jeneral de Cartajo, el 25 de enero del mismo año. El repique jeneral de las muchas campanas, colocadas en góticos y elevados torreones, junto con el estruendo de la artillería, y las armoniosas marchas que tocaban las músicas y bandas de tambores y clarines de los cuerpos de la guarnición, hacían olvidar por momentos á los Mallorquines que el libertador de Galicia hubiera acabado de existir para siempre. La ansiedad se calmó , aunque por instantes, al descubrir un ayudante de la plaza montado para llevar el itinerario de la marcha, al que seguia un piquete de caballería mandado por un subalterno ; luego después venia un coche muy vistoso y ricamente adornado, que contenía los restos del ilustre jeneral, que, aunque exánime, recibía, por decreto de las Cortes jenerales y estraordinarias, los honores de capitán jeneral con mando, y como si fuera vivo.

A los pajes, mayordomos y libreas, que escoltaban al egrejio prócer, seguían otros coches y carrozas de respeto, y después el capitán jeneral de la plaza, con los jenerales de cuartel, estado rnayor, oficialidad agregada, grandes de España, cuerpos y jefes de las oficinas, A tan respetable comitiva escoltaban una compañía de granaderos con bandera desplegada, y un escuadron de caballería con estandarte. El recinto que vió nacer y que había sido por tantos años testigo de su talento, vino á hospedarle difunto, al cabo de cuarenta y nueve años, empleados la mayor parte en servicios importantes hechos á la patria. Aquí cambió la escena, pues un elevado túmulo fué el trono que se le tenia destinado y despejados todos de los vestidos de gala les sustituyeron un riguroso luto. Tres días estuvo el cadáver del valiente caudillo en la casa paterna, al cabo de los cuales fue conducido con fúnebre pompa por todo el clero secular y regular presidido por el señor obispo de Barcelona, en ausencia del diocesano, que se hallaba en las Cortes, á la iglesia de Santo Domingo, entierro de su familia, y monumento precioso de la arquitectura gótica de bellas dimensiones (1). Allí recibió el cadáver del heroico campeón nuevos sufrajios, y los mas sinceros votos de gratitud de los denodados militares, de las corporaciones civiles y municipales, buscando por intérprete de la voluntad jeneral un eclesiástico sabio y elocuente, que pronunció una oración propia para el acto. Es verdad que la memoria del nuevo Aníbal no se hubiera borrado con facilidad de los pechos mallorquines, pero para avivar con estímulos á sus nobles hijos, y para pagar de algun modo el tributo de gratitud debido á los manes del valiente adalid, se acordó levantarle un rico monumento que sirviera de panteón, fiando la ejecución del mismo á D. José Folch, natural de Barcelona, que lo entregó concluido á satisfacción de todos en 1814.

laRomana

La descripción de esta memoria funeraria podrá consultarla el curioso con la lámina que acompaña á este artículo; no obstante para ayudar á la aclaración de varios puntos que mas pertenecen á la parte histórica que á la artística, será muy del caso decir que toda la obra es de preciosos mármoles, y algunos son los mas ricos de las canteras de Mallorca. A la preciosidad de la materia reúne lo fino y delicado de la obra, que contribuye en gran manera á hacer mas apreciable el orden que se siguió en su ejecucíón. El objeto principal de este monumento es el retrato del héroe, de cuyos restos es depositario, vestido de pies á cabeza con el uniforme riguroso. El cadáver allí figurado es de mármol blanco; el gran paño que le cubre con las franjas es de bronce dorado, y los almohadones son de una piedra carmesina sacada de Son Brondo en el término de Valldemusa. El segundo cuerpo sobre que descansa tendida la estatua del esclarecido campeón es una pila de unos doce palmos de largo y cuatro de alto, que encierra el ataúd y caja de plomo donde se guarda embalsamado el cadáver del Jeneral la Romana; y en la parte esterior lonjitudinal se ve un bien ejecutado bajo relieve, que representa al valiente Mallorquín, cuando por primera vez, desde la Jutlandia donde se hallaba como desterrado, oyó la voz de la Patria que invocaba el auxilio de sus hijos. Enardecido congrega sus lejiones, les manifiesta la alevosía de Bonaparte y Godoy, y les anima á superar todos los peligros y obstáculos que les impidan socorrer á la España que, invadida por la perfidia, anhelaba sacudir el yugo de la opresión. Al pié de esta historia y en el centro del primer orden que es todo de mármol negro con filetes blancos, hay una grande lápida esférica de mármol blanco con marco y letras de oro, que dicen:

AL JENERAL
MARQUES DE LA ROMANA
LA PATRIA RECONOClDA
ASI LO DECRETARON
LAS CORTES JENERALES Y
ESTRAORDINARIAS EN CÁDIZ
A VII MARZO MDCCCXI.

medallón

sobre la gran base que forma el primer orden, se ven tres figuras de mármol blanco de tamaño natural, que representan, la una á la Patria coronada de castillos, con el manto sembrado de laureles entretejidos con los escudos de armas de las provincias y los nombres de sus heroicos defensores muertos en aquella lucha; la testa, que es un retrato de la esposa del mismo jeneral, está apoyada á su mano derecha, cuyo brazo descansa sobre la urna del segundo cuerpo. Al mismo nivel está un jenio alado, que representa al hijo del difunto marqués, á la edad de unos diez años, que melancólico, jime apoyado sobre la antorcha del himeneo, cuya llama estingue entre una corona, teniendo á sus pies un atlas y otros libros que representan los fastos de la nación. A espaldas de este, un poco mas elevada, se admira una de las nueve musas, que llora al parecer la muerte del mejor héroe de la historia en el siglo actual. El personaje, vestido á la europea, que aparece en el fondo del plano del orden superior, es el jenio de la concordia, que pregona la alianza de la Iberia, Eusitania y Gran Bretaña, tremolando los pabellones de estas tres naciones guerreras. El león que reposa á los pies de la patria, los dos globos esféricos que se ven á sus espaldas, y el escudo de armas del noble guerrero, aunque son objetos muy secundarios, no dejan con todo de guardar simetría y regularidad con el todo de la obra, que, además de ser preciosa, es muy bien ejecutada y mejor pensada. Los Palmesanos, llenos de entusiasmo y noble satisfacción, enseñarán siempre á los forasteros el monumento levantado con dispendios y afanes para dar un lugar distinguido á los restos mortales del que lidió con la traición y la injusticia, salvó sus huestes y libertó á Galicia.

(1) Esta iglesia, que levantó á principios del siglo XIV el acreditado Mallorquín Jaime Fabré, ha sido siempre admirada por los intelijentes, y entre otros, tuvo por cronista al sabio D. Gaspar Melchor de Jovellanos. En enero de 1836, se empezó á demoler , y con este motivo el panteon de la Romana fué trasladado á la catedral.

Cuando Furió publicó este artículo, el Convento de Santo Domingo había sido derruido y el panteón del Marqués de la Romana había sido trasladado a la Catedral.

Creo que en esta revista Bover publicó algunos artículos. A ver si los encuentro.


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