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De las tinieblas a Ovidio

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Ir perdiendo la vista es una vivencia extraña. El mundo visible, de contornos claros, se achica y queda circunscrito a una burbuja rodeada de tinieblas. Uno piensa que realmente esas tinieblas, pese a las apariencias, quizás no sean exteriores sino que provienen de uno mismo y sabe que son del órgano de la captación, de la limitación funcional de ese órgano. Así, las tinieblas no son tanto esencias existentes sino desfiguraciones creadas por la herramienta que las capta, de tal manera que, si no existentes, son vívidas, sentidas, hirientes ya que señalan las insuficiencias del cegato.

Fue Platón quien habló de las sombras en la caverna. Vivir en tinieblas tiene alguna semejanza pues esos bultos a los que no veo las caras sino sólo el volumen o, más bien, sólo la superficie del área que ocupan no son sino sombras desconocidas que únicamente el acercamiento a mi burbuja visible me permite reconocerlas y nombrarlas.

"Cierro los ojos para vivir. También para matar" es la frase inicial de una novela que leí hace muchos años. Me he acordado de ella cuando me he propuesto que tras esta larga temporada sin poder leer, recogería aquéllas que más me han interesado. La primera que rememoré fue ésta, premio Goncourt de 1960 escrita por un rumano, Vintila Horia, que en sus exilios rememoraba a otro expulsado, Ovidio, castigado por el emperador Augusto a residir en los límites del Imperio en un poblado junto al Mar Negro, en la actual Rumanía. Puede ser que esta historia se grabara en mi memoria pues me recuerdo a mí mismo leyéndola junto al mar en la Colonia de San Pedro (Artá) a comienzos de los años sesenta. Ovidio oía el bramido del mar nocturno desde una habitación situada junto a la muralla de Tomis. "Cierro los ojos para vivir. También para matar. En esto soy el más fuerte pues él sólo cierra los ojos para dormir, y ni siquiera su sueño le reporta consuelo alguno". Y ese "él" era Augusto. Lo escribe Ovidio en los primeros días de su exilio en esa frontera del imperio cuando la nieve tapona su ventana y el odio hacia Augusto ciega su talante. Cegueras, la de la nieve caída y la del odio. Cegueras que crean tinieblas.

"La tempestad de nieve sacude el tejado. La mar gime a los lejos y sus olas se transforman, de noche en largos fantasmas de hielo. Mañana podrán las gentes pasearse por encima de los peces y algún vecino más robusto que yo tendrá que abrir un camino hasta mi puerta, a través del espesor de la nieve, para que yo pueda salir. Nunca he oído un aullido semejante acompañado por el crepitar de la nieve helada en el exterior de los muros. Más allá de ese grito penetrante y prolongado que viene a romperse contra mí como una oleada, el gemido del mar parece la propia voz de la noche, como si el tiempo tuviese una voz y la hiciera oír en un solo punto de la tierra: aquí. Mi casa está casi adosada a las murallas de la ciudad y cuando se calma el viento, oigo el aullar de los lobos más allá de las murallas. Tienen hambre. Han matado uno esta tarde en la calle. Enloquecido por el hambre, la fiera se había lanzado a la ciudad y, precipitándose sobre el primer ser viviente que encontró una vieja que regresaba del mercado la despedazó en un instante. También acudí yo a los gritos de la gente y llegué a tiempo de ver al lobo, atravesado por una lanza, yaciente sobre su propia víctima en medio de la nieve ensangrentada. He pensado en ella en seguida. No he podido evitar desearle una suerte parecida, lo cual es, por desgracia, imposible ya que los lobos nunca llegan hasta Roma. Pero bien podría escaparse una noche un león de los bestiarios, penetrar en el jardín del palacio imperial y hacer lo que hasta ahora ningún hombre ha tenido el valor de hacer..."

"Cierro los ojos y mato. ¡Y cuanto más presentes, más vivas y más claras están esas escenas que, incluso, el reciente recuerdo de esta tarde! Cierro los ojos, y vivo. Soy el poeta, él no es más que el emperador."

Es magnífica la historia que cuenta Horia. Un tema que entra siempre es el "cambio", ya de la luz a la oscuridad o viceversa. Aunque el cambio sea realmente un proceso continuo, se manifiesta especialmente en los contrastes fuertes. "Estoy aquí desde hace unos diez días; hace tres meses que salí de Roma pero estoy en Roma y me parece que me bastaría prolongar un poco un pensamiento o una imagen para cambiar de lugar y reintegrarme a mi ritmo y a mi espacio habituales. Pero en este momento, al escribir estas líneas, es cuando me siento invadido por una espantosa duda. Roma está lejos, al otro extremo de la Tierra y ningún pensamiento es capaz de hacerme mudar de sitio. Roma es como el pasado: está perdida para siempre, vivida, es decir, desgajada de mí como un objeto extraño que puede uno reconstituir por el pensamiento y la imaginación pero que no está ya al alcance de la mano. Mi pasado tiene un nombre, pero ¿de qué me sirve? Lloro. Tengo miedo y tengo frío, y los dioses no existen."

¿Existe la luz, la visión diáfana? Como para Ovidio Roma, lejos, al otro extremo de la Tierra. Ovidio, adorado por Roma como poeta, fue el cantor del "Arte de amar", de "Las Metamorfosis"; fue el agnóstico que no creyó en los dioses. Desterrado escribe "Tristes",

Libro Primero
Elegía

Pequeño libro, irás, sin que te lo prohiba ni te acompañe, a Roma, donde, ¡ay de mí!, no puede penetrar tu autor. Parte sin ornato, como conviene al hijo de un desterrado, y viste en tu infelicidad el traje que te imponen los tiempos. Que el jacinto no te hermosee con su tinte de púrpura: tal color es impropio de los duelos; que tu título no se trace con bermellón, ni el aceite de cedro brille en tus hojas, ni los extremos de marfil se destaquen de la negra página. Luzcan estos primores en los libros venturosos; tú debes recordar mi adversa fortuna.

Ovidio: Tristes
Obras de Ovidio

Los libros de Ovidio fueron prohibidos en el Imperio y los existentes en las bibliotecas de Roma fueron quemados. En la Edad Media se recuperaron sus obras

Tras meses sin poder leer, he recuperado la vista y, aunque me han recomendado que estas primeras semanas no lea mucho, he buscado esta novela de Vintila Horia (1915 - 1992), quien escribió sobre el tema del exilio (de Ovidio en "Dios ha nacido en el exilio", de Platón en "La séptima carta" y de algún otro) y que, en los años sesenta me impresionó. Recuperar la vista y recuperar lecturas y, ahora con Internet, completarlas, puesto que en esta gran biblioteca, puedo acceder a "Tristes", por ejemplo.


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