Quantcast
Channel: Bloc de BalearWeb
Viewing all articles
Browse latest Browse all 12424

Rusiñol: 'Desde una isla: Más cuevas'

0
0

Para ilustrar la divertida crónica que Rusiñol cuenta de la visita a las Cuevas del Drach, elijo dos cuadros y una fotografía. El "Autorretrato" (1893) de Rusiñol no creo que fuera pintado en Mallorca, pero sí nos muestra una figura algo distinta a la que podemos ver en la fotografía. El segundo cuadro "Taller de Sóller" (1893) muestra un lugar diferente a los jardines y paisajes que solemos ver en sus cuadros. Siento no haber encontrado ninguna fotografía de un cuadro titulado "La Catedral des del passeig de Sa Murada", también de 1893.

pintura
Santiago Rusiñol: "Autorretrato" (1893)

Desde una Isla / Más cuevas

Otra vez nos encontrábamos por los alrededores del fondo de la tierra. Aun conservaba la retina la impresión de aquellas cuevas de Artá y de nuevo nos veíamos sumidos en nuevas oscuridades. Salíamos de un laberinto para meternos en otro, habíamos escapado de los relatos de un guía amanerado como todos los de su respetable clase y oíamos de nuevo eternas explicaciones, no teniendo más remedio que escucharlas, ya que de él dependían unas vidas que queríamos conservar á todo trance, por ser nuestras y quizás por estar amanerados con ellas.

Otra vez bajábamos entre espesuras de peñas, entre abrazos de estalactitas y estalacmitas puestas de común acuerdo desde tiempo inmemorial. Y entre el gotear del agua y á fuerza de bajar por senderos tortuosos habíamos perdido la noción del camino que seguíamos. No parecía sino que aquel práctico deseaba marearnos, de tal modo nos hacía dar vueltas y revueltas y pasar por donde habíamos ya pasado, pero nosotros, ya prácticos también en eso del ramo de cuevas, andábamos con notable sangre fría, viendo sin método lo que á la fuerza quería el hombre metodizarnos.

Las grutas que recorríamos eran más íntimas que las de Artá, más femeninas, modeladas con más detalles, y sino tan grandes como aquéllas, más vestidas de sutilísimos encajes y de lijeras cresterías. Aquí las columnas, más que columnas eran flautas de órgano bajando apretadas del techo, estaban adornados los salones con mayor refinamiento, eran más blancas las paredes y más cuajadas de arabescos. En Artá la madre Naturaleza hizo una obra grandiosa y aquí quiso detallar y detalló con aquel tino admirable que tiene para sus obras aquella buena señora.

Siguiendo los portentos que ha creado, entramos en un aposento llamado «cueva de los catalanes», por haberse perdido en ella dos paisanos, cuya pérdida y encuentro he de narrar, con todas las circunstancias, valiéndome del relato de una de las propias víctimas, de lo que nos contó el guía, y de lo que yo me imaginé en el curso de esta historia.

Aconteció en este siglo, ejerciendo de víctimas interinas, José Llorens, secretario del Cau Ferrat, por nombramiento poco menos que perpetuo, un tío del secretario y un guía de la especie de guías aficionados, á quien no conozco ni de vista, lo que no obsta para que se prestara en mal hora á servir de acompañante á los dos esforzados catalanes.

fotografía
Santiago Rusiñol pintando en Alfabia

Salieron ¡ay! tío y sobrino no esperanzados, contentos tal vez y viendo quizás el porvenir de la vida pintado de color de rosa claro con sus ribetes de púrpura; salieron una mañana que apostaría cualquier cosa á que debía ser de mayo y serena y aromática, y por más señas entraron en esas grutas ¡bien en mal hora, válganme los doce apóstoles!

Porque al cabo de algún tiempo de recorrer las salas, de ir de una parte á otra en actitud admiradora, viendo que siempre pasaban por el camino de siempre, preguntaron tío y sobrino al aficionado guía si encontrarían la salida en caso de haberla de menester; á lo que contestóles el notable cicerone, en estos ó en muy parecidos términos:
«Hace rato que la busco y no la encuentro.
«Demonio — dirían seguramente los dos expedicionarios. Basta ya de estalactitas y salgamos por el camino más corto.

Salir has dicho, ¡oh humana criatura! Salir de ese enredo de curvas y pasadizos, capaces de marear á la cabeza más firme. Considera, alma cristiana, que si fácil es perderse sobre la clara superficie de la tierra, cuanto más no lo será siguiendo sus negras profundidades!

¡Perdiéronse, sí, y por esta vez bien perdidos! En vano buscaban aquella ansiada salida, aquella puerta de escape, aquella luz, aquella santa luz del claro día! Prisioneros ¡ay! de sí mismos, sin culpa venial para verse encerrados de aquel modo, debían sublevarse y poner el grito en el cielo contra tal injusticia, debían mirar al guía con intenciones de extrangularlo como primera providencia, y debían pedir á la misma que les sacara de allí, que ya no querían más cuevas, y las daban por sobradamente vistas.

Pero todo esto fue .en vano, que el mal paso estaba dado. Pusiéronse sobre sí, no pudiendo hacer otra cosa, y calcularon qué podrían calcular en aquel trance terrible. Por de pronto no tenían alimentos. Es verdad que podían comerse al guía, pero de seguro que no hubiera sido sin enérgica protesta y además no había donde guisarlo, ni una sartén á la vista, ni fuego, ni nada que fuera de utilidad en aquella inmensa cueva tan provista de bellezas. En cuanto á comerlo crudo, ni podía gustarles, ni es cosa que se pueda aconsejar; así, pues, decidieron no comer, ya que no había comida, librarse de molestas indigestiones, soñar en suculentos manjares, y continuar llamando á coro en demanda de salida, aunque no fuera contestado ni por un sólo eco compasivo.

Al cabo de algunas horas de andar, observaron que se acababan las antorchas y las dividieron en cuatro; observaron también que no se encendían los fósforos á causa de la humedad, y decidieron fumar por turno, con el fin de conservar un calor que tanto necesitaban. Llególe el turno á Llorens, que no había fumado nunca. Encendió el primer cigarro como quien dice á las puertas de la muerte, y á más del susto que llevaba, de la angustia, y del poco buen humor que debía gozar en aquel terrible apuro, añadiósele los sudores del mareo.

Mareóse ¡ay! que aún sin fumar había motivos para estarlo, y mareáronse los tres, guía, tio y sobrino, cada cual según su temperamento. Sentáronse, cogió el tío un lápiz faber, lo mojó de la punta seguramente y escribiendo sobre la peña «No hay esperanza», se quedaron á oscuras, porque se apagaron las antorchas.

Imagínese el lector, el buen rato que pasarían rodeados de tinieblas, piense lo que pensarían nuestros héroes por fuerza, espántese (si quiere) de sus grandes sufrimientos, y calcule la alegría con que debieron oír la voz de un cuerno que les llamaba, buscándoles á tientas por entre la oscuridad, para salvarles la vida. Tio y sobrino, debían caer en brazos uno de otro, como al final de un drama bueno, y aun el guía debió tomar una parte activa en al abrazo, que momentos fueron aquellos capaces de conmover á un flamenco de los nacidos en Flandes.

Gritaron de nuevo con más fuerza, corrieron por todas partes, y la voz aquella apagóse, y de nuevo volvieron á creerse abandonados. «Ya no vuelve á haber esperanza!» podía otra vez escribir el tío y á estar conforme el sobrino, pero no escribieron nada, porque no tenían luz.

¡Qué tormentos! «¡Qué noche, válgame el cielo!» y la salida no parece! En sus investigaciones, encontraron un enjambre de murciélagos que les azotaban la cara. Tuvieron que fumar más cigarros, que para mayor calamidad debían ser del estanco, á ver si espantaban á los torpes murciélagos. Hicieron pesquisas involuntarias de arqueología forzosa encontrando un jarro de las épocas talayóticas y llenáronlo de agua allá en un lago que vieron en el fondo de la tenebrosa cueva.

Por fin!!!... al cabo de unas diez y ocho horas de estar enterrados, como Radamés de la Aida, encontráronles sus salvadores, más viejos, más canosos, y mucho más desengañados que antes de las bellezas naturales de las grutas. No he de describir la escena del encuentro, que bien debía ser patética por ambos bandos, y sí sólo he de añadir un detalle.

Al mirar Llorens, agradecido, aquellas palabras escritas. «No ay esperanza!» notó que su tío, en aquel trance de terrible oscuridad, había puesto hay sin hache, y la añadió. Fue un acto aquel sumamente generoso, «ya que nos han salvado á nosotros (debió discurrir Llorens) que se salve la ortografía.»

Salvóse con gran satisfacción de la Academia Española y con gran contento del «Cau Ferrat», salvóse nuestro amigo y secretario y desde entonces llevó el nombre de Cataluña aquella parte de cuevas que seguíamos nosotros, para llegar hasta el lago donde habían estado los pobres extraviados.

El lago aquél, es realmente portentoso y de un misterio indescriptible, Es un lago dormido allá en un fondo de tierra, un lago triste, sin ruidos ni zozobras, quieto de una quietud solemne, pálido como la muerte. Es el agua de infinita trasparencia, sin un pliegue en su superficie, sin una sonrisa de agua, tranquila y callada,: indicando en su fondo blanquísimo como la plata, visiones de estalacmitas y rincones de una belleza sin mancha. Es agua aquella que dá el vértigo del agua, un deseo de hundirse soñando en dulce y suave arrobamiento, de hundirse lentamente en aquel fondo, dormida el alma en sugestión exquisita. Ni un ruido ha turbado sus ensueños, no ha visto jamás nube, ni ha sido hollada jamás en el curso de los años, que su único contacto es el de la gota de agua que cae sobre su faz, produciendo círculos que van creciendo, para borrarse y unirse en aquel hermoso espejo. Allí hubiéramos pasado horas soñando, no recordando ni el guía, ni la isla, ni el continente, horas de aquellas en que el hombre no se dá cuenta de la carga de la existencia, en que el cuerpo se olvida de molestarnos y deja vagar el espíritu á sus anchas, en que el hombre es lo menos hombre posible; pero afuera nos aguardaban, y salimos.

pintura
Santiago Rusiñol: "Taller de Sóller" (1893)

Presentáronnos el libro de oro á la salida, una libreta donde de balde puede apuntar cualquiera un «¡pensamiento sublime! ó más, si más lleva dentro», á fin de pasar á la posteridad mientras dure la libreta, la cual de oro fue para nosotros, pues evítanos, copiando las opiniones del prójimo, de comprometer las nuestras.

He aquí lo que escribe una señora romántica:
Adieu, Belles et Nobles Grottes Celestes, Demeurez Merveilleuses. Je reviendrai, vous, qui dans ma contemplation m' avez fait oublier toutes mes chagrins.
A revoir
.

Buen viaje y cuidarse mucho.

(Un anuncio de uno que no pierde el tiempo en romanticismos.) «Aconsejamos á todos los visitantes á las cuevas, aseguren su vida en «La Previsión», que es la mejor compañía».

(Un ejemplo americano que desanima á cualquiera.) «Lo que dentro de este antro se ve, ni se describe, ni se pinta. La pluma mejor cortada ni la paleta de más ricos colores, son capaces de darnos pálida idea de... etc., Inspector de Lazaretos de la República del Uruguay».

«Estamos una corporación de carpinteros» (varias firmas).

«Visitamos las regias cuevas á los veintiún días de nuestro enlace» (sólo dos firmas).

«Con dos bellas muchachitas
Visité las cuevecitas» (tres firmas).

(Una firma á lo que sigue ¡pero qué firma!!!)
«'Per me si vá nella citta dolente,
'Per me si vá nell' eterno dolore,
'Per me si vá tra la perduta gente.

He dicho. Luis Mazzantini.

(Frases cortas, pero expresivas.)
«Uno que ni pincha ni corta, pero que vio las cuevas».
«Uno que cuando estuvo en ellas no las vio»
. «¡Loor á la Naturaleza!!!»
«¡ ¡ ¡ ¡ i ¡ ¡)»
«Gloria á Dios en las alturas, y paz en la tierra á los hombres de buena voluntad».
«El que diga que esto no es bonito que se lo cuente á su abuela».
«¡Avergonzaos, arquitectos!»
«¡Con cuánta razón nos envidian los extranjeros!»

(Otro pensamiento sublime y prudente.) «En el año 1874 visité las cuevas, y hoy día de la fecha las vuelvo á visitar en compañía de las dos personas que firman. Dios quiera que volvamos á vernos juntos otras veces, en perfecto estado de salud. A. D. G.»

(Y por fin otro que añade, para concluir artículo y pensamientos.) «En las magnificencias de las cuevas se admira la mano de Dios: En las páginas de esta libreta se ve, si no se admira, la estupidez hermosa de la humana criatura».

Santiago Rusiñol
Palma de Mallorca, abril 1893.

Santiago Rusiñol: Desde una Isla / Más cuevas (La Vanguardia, 18 Abril 1893)


Viewing all articles
Browse latest Browse all 12424

Latest Images