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Deuda pública y coherencia

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Recientemente se han publicado las cifras de deuda pública correspondiente al conjunto de España. Según estos datos, en el segundo trimestre de 2014 la deuda pública se ha situado en más de un billón de euros, llegando a representar el 98,40% de nuestro PIB.

Si estas cifras las comparamos con las del año 2007, cuando la deuda era de apenas 382 mil millones y representaba un 36,30% del PIB, nos podemos dar cuenta de la profundidad de la crisis y del impacto que ha tenido sobre nuestras cuentas públicas.

Por su parte, nuestra comunidad autónoma también aparece entre las comunidades más endeudadas, por detrás de Valencia, Cataluña y Castilla La Mancha. De hecho, en el primer trimestre de 2014 la deuda de Baleares se ha elevado a los 7.041 millones de euros, lo que significa un porcentaje del PIB del 27%, el mayor de toda la historia. El endeudamiento en nuestra comunidad no ha parado de crecer desde el año 1996.

El incremento en progresión geométrica del nivel de deuda es la consecuencia palpable de unas políticas equivocadas que a pesar de ver como la recaudación de impuestos caía en picado, seguían aumentando el gasto de forma suicida, provocando unos déficits anuales gigantescos. Las políticas expansivas de gasto llevadas a cabo por Zapatero, y por Antich en Baleares, lejos de reactivar la economía que era su primer objetivo, sólo consiguieron el colapso de las cuentas públicas y la pobreza de buena parte de la población.

¿Por qué aumenta también ahora la deuda a pesar de que el gobierno actual está impulsando políticas de austeridad y de control del gasto? Hay dos elementos que ayuda a explicar esta situación. Por un lado, el déficit. Es importante remarcar que mientras sigamos cerrando los ejercicios con déficit, la deuda irá creciendo. Si seguimos gastando más de lo que ingresamos, si generamos déficit, este diferencial se tiene que financiar acudiendo al crédito. Tener déficit implica siempre tener más deuda, de aquí la importancia de controlar el déficit y hacer los esfuerzos necesarios para generar superávit lo antes posible. Estos últimos ejercicios, aun habiéndose reducido muchísimo el diferencial entre ingresos y gastos, las cuentas se han seguido cerrando con déficit y, por tanto, aunque en menor medida que en los años anteriores, se ha seguido generando deuda.

Por otro lado, se han de destacar los sucesivos mecanismos extraordinarios de pago a proveedores que han convertido deuda comercial en deuda bancaria. Sólo en Baleares había a principios de esta legislatura más de 1.600 millones de euros en facturas pendientes guardadas en los cajones. Una deuda con proveedores que también era deuda, aunque no figurara en las tablas del Banco de España. La afloración de esta deuda, existente pero no bancarizada, es otro de los elementos que ha hecho aumentar la deuda pública en las estadísticas oficiales.

En nuestro caso, el incremento de la deuda pública en Baleares, en esta legislatura, se explica exactamente por los déficits generados y por la conversión de la deuda comercial (facturas que se debían a pequeños empresarios y autónomos) en deuda bancaria. No se ha generado más deuda que la imprescindible y se han podido pagar más de 1.300 millones de euros en facturas pendientes de pago de la anterior legislatura, consiguiendo inyectar todo este dinero en el torrente circulatorio de nuestra economía. Se ha hecho en este campo, sin duda alguna, una gestión rigurosa y seria, con un control preciso del gasto y de los presupuestos.

Este proceso de generación de la deuda y su relación con el déficit es tan obvio, que me ha sorprendido leer en la prensa como los mismos que durante estos últimos años han pedido no obsesionarse con el déficit, que han exigido seguir gastando más, que han propuesto medidas para flexibilizar los objetivos de déficit, que se han quejado por haber llegado en 2013 a un déficit inferior del previsto, son los mismos que se rasgan las vestiduras al comprobar el aumento de la deuda.

No se puede hacer tortillas sin romper los huevos. Mientras haya déficit, seguiremos aumentando la deuda. Una cosa es consecuencia de la otra. No podemos abominar del control del déficit y a la vez criticar la subida de los niveles de deuda. Es una incoherencia defender un mayor déficit y pedir, a la vez, una reducción de la deuda. Y en estas están los partidos de izquierdas, pidiendo lo imposible: reducir la deuda sin controlar el déficit. Siguen sin entender las leyes más básicas de la economía, incapaces de entender algo que es de Perogrullo.

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