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Rosselló Porcel: ¿Qué quedará del periodismo?

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Conocido más como poeta, B. Rosselló Porcel publicó en el periódico El Día en los años 1930, 1931 y 1932, una veintena de artículos sobre la prensa en Mallorca. El antetítulo era "El periodismo en Mallorca". Unos mese antes, el 19 de enero de 1931, publicó este artículo "¿Qué quedará del periodismo?". Recogido del periódico, lo pongo aquí.

Temas literarios

¿Qué quedará del periódico?

No hace mucho tiempo que Andronio— luz brillante en el cielo de la gloria póstuma— se lamentaba en un artículoo al comentar la exposicióu de Prensa retrospectiva, de la poca duración que tiene el diario, de su triste vida cuyo nacimiento toca casi con tu muerte, muerte prematura que ha lugar al dia de haber nacido. Interrogábase el gran crítico sobre lo que restaría en el futuro de los actuales rotativos y se extendía en consideraciones acerca del poco interés que se tiene en conservar esas hojas que, endebles y fugitivas, llevan en sí el perfume, bueno o malo, de un día, de un solo día perdido después de su transcurso en el mar de los años y de los siglos.

Muchos pensamientos nos sugerió el artículo aludido que era, en verdad, interesante y a la vez discurrimos sobre lo que quedaría en el dia de mañana de lo que interesó tanto el día de hoy. He aquí, lector, lo que pensamos.

Hay que imaginar enseguida las grandes dificultades existentes para poder conservar como es debido los periódicos y en especial aquellos que son de gran tamaño, sin contar además coa que la mayor parte de ellos se fabrican en mal papel, incapaz por sí mismo de mantenerse en buenas condiciones en varios siglos. Prescindiendo de ello tenemos que el periódico de gran tamaño, además de su difícil encuadernación, expuesta a míl diferentes circunstancias, ocupa muchíisimo lugar en los estantes de las bibliotecas. Este problema es fácilmente solucionable en las provincias pequeñas cuyas bibliotecas públicas tienen obligación de guardar todo lo que se publique en el país, ¿pero en las grandes ciudades, en París, en Londres, en las bibliotecas nacionales de las potencias que publican diariamente miles de periódicos y cientos de libros, ¿cómo resolver la incógnita? El papel impreso ocupa más lugar de cada día y el pobre periódico es despreciado ciertas veces ante su hermano el libro que parece, y es en verdad, digno de atención mayor.

Pero restemos estas dificultades y vayamos a ver qué será lo que mañana ha de atraer más la atención en los periódicos muertos, ya que ese será su estado en las bibliotecas que los conserven. Diremos en un paréntesis que muchos de esos grandes volúmenes cuyos componentes —los diarios— tanto atrajeron la atención el día de su nacimiento quedarán tristemente arrinconados. Pocas veces tendrá el bibliotecario que molestarse para llevárselos a un lector que los desee.

Se parecerán a estos tomos de Derecho o Teología y demás ciencias poco gratas a espíritus ágiles y ligeros que duermen con sueño casi eterno apilados en interminables ringleros y que si alguna vez son miradas vuelven inmediatamente a un sitio para seguir aburriéndose, ejemplo de la fragilidad de las glorias humanas y terrenales.

Algún día, sin embargo, el bibliotecario se eztra/iará al ver que un visitante le pide tal o cual tomo de algún extinguido periódico. Pero bajará de punto su sorpresa al ver que aquella rara avis vuelve uno y otro día, para retomar a la lectura del volumen inmenso y no muy bien conservado. Entonces el bibliotecario pensará — y estará en lo cierto— que aquel hombre es un investigador. que tiene la fatal manía de escudriñar los ayeres y que se agota la vista y esgrime el cansado cerebro para escribir un libro que pocos o nadie ha de leer. ¡Tristes son en verdad las glorias que produce la erudición!, dirá alguno al leer el párrafo anterior, pero a ello le contestaremos: ¡Ah, querido señor nuestro! Ha de saber Vd. que para esta gentezuela que muchos desprecian como de menor categoría, satirizada en la escena y en las hojas de los libros, existe algo de más valor que el respeto general y es el de los que comparten con ellos las tribulaciones y penas que produce el historiar. Les parece mayor la consideración de uno solo de sus colegas que la de aquellos que los satirizan sin apenas conocerlos.

Pero es la verdad que nos hemos alejado de nuestro tema, Decíamos pues, si cierto investigador curioso [xxxxxa] sin temor alguno a [xxxxxx] de periódicos que metían miedo al menos cobarde de los lectores. Y aquí estamos ya planteando la incógnita ¿qué trozos del diario serán los que más han de interesar al historiador de una época que vaya al periódico como fuente que ha de contarlo viva y sinceramente lo que en aquel tiempo sucedió? ¿Serán los artículos de fondo? ¿Serán las noticias? ¿Serán los anuncios?— muy difícil presuponerlo, pero nuestra opinión se inclina a algo que tal vez parezca de repente extraño y extravagante. Creemos que lo que más le interesará serán los anuncios, después las noticias y, finalmente, los artículos.

Eso no puede ser, me dirá tal vez alguno, Vd. ha invertido los órdenes, lo natural es que vaya con un método opuesto al discurrido por Vd. Pero yo contestaría: Ha de considerar Vd., amigo mío, que para opinar en este tema lo mejor es colocarse en el lugar de! investigador que hemos supuesto. Figúrese Vd. por unos breves instantes que Vd. se va ahora mismo a determinada biblioteca con objeto de estudiar un periódico cualquiera de tiempo pero incluído, naturalmente en los días en que la prensa diaria estaba ya en preponderancia, por ejemplo, a principios del siglo XIX, por el año de gracia de 1825, o un poco antes, ¿se pondrá Vd. a leer los artículos sobre la trata de negros? ¿Se ocupará Vd, en la lectura de una carta sobre la importancia de los oficios manuales? Nada de eso, amigo mío, de esos artículos leerá Vd. el título solamente sin adentrar en tenas que para los ojos de hoy están ya demostrados en un sentido o en otro, que eso no nos importa, lo que Vd. hará seguramente será leer algo de las noticias, en especial las locales y mudos.casi todos los anuncios para formarse cargo de la fisonomía real (y espiritual también) de la época y de la localidad si también de ella se ocupa.

Y esto que en una fecha tan poco alejada de nosotros, como es la del ejemplo es ya bastante palpable, lo es mucho más si se refiere a un tiempo algo más lejano del nuestro, ¿qué interés no tendría para nosotros un periódico latino de tiempos de Cicerón? Basta pensar un poco sobre esto para ver que lo que vivirá de nuestros periódicos será, el día de mañana, primero el anuncio y después el noticiario. Muchos artículos, y el primero será este tan trivial y pesadote, morirán si es que alguna vez hayan nacido.

B. Rosselló Porcel


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